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Spiderman 3 - critica de cine
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Spiderman 3

Picadura a los fans

Un artículo de JBA || 06 / 5 / 2007

Un nombre se convierte en mito por la unión de dos factores: un grupo de fieles fascinados por sus características, y una dimensión de popularidad mayor que lo convierte en objeto del dominio público.

Figuras de estas características tenemos varias. En la música, por ejemplo, los Rolling Stones más allá de su numerosa legión de fans son conocidos y reconocidos por hasta el más adverso al rock and roll. En los videojuegos Mario es un icono del que disfrutan los seguidores de Nintendo, pero que el resto podrá distinguir con claridad por sus históricos enfrentamientos a Donkey Kong o su reiterada aparición publicitaria. En el cine, no hará falta un gusto exquisito ni ser uno de los visitantes habituales al Rick’s para reconocer a Humphrey Bogart pidiéndole a Sam que la toque otra vez en Casa Blanca. Y en el cómic, Spiderman es uno de los héroes con más seguidores, cuyas características y rasgos pasaron desde hace años a ser conocidas por todos.

O quizá no.

Lo que sucede dentro de esta dimensión mayor, la que hace de su objeto una marca de gran rentabilidad es que la popularidad le da unos contornos imprecisos al profano. De Spiderman por ejemplo, sabrán los colores azul y rojo de su traje, su adquisición de poderes vía infección arácnida, y la capacidad para reptar o lanzar tela de araña.

Pero Spidey es mucho más. Spidey representa al héroe mundano, al combatiente de carne y hueso que se enfrenta a una vida de por sí bastante problemática y que no encuentra huecos en una agenda que termina por hacérsele pedazos mientras debe tratar de cuidar de los suyos y combatir a energúmenos esperpénticos. Spidey es al mismo tiempo el sarcasmo con el que se protege de todas estas circunstancias, la ironía con la que se burla de las extrañas situaciones que le toca vivir y que las hace por tanto más reales al captar su dimensión fantástica. Spiderman es frente al ideal clásico de acción imaginaria típicamente estructurada que podría representar Superman, una figura mucho más cercana, moderna y épica. El héroe ideal para un público cómplice.

Cierto que cuando el paso de los años lo ha sometido al capricho de tantos dibujantes y guionistas, la cosa puede deslavazarse. Pero el buen seguidor de Spiderman, estas señas las tiene claras, y cuando algo las altera, se le despierta el poder arácnido (¿Lo recuerda alguien? No será en todo caso por Spiderman 3...).

La primera acometida de Spiderman de la mano de Sam Raimi venía a modo de introducción tirando de bases típicas, pero con la frescura de un director que se estaba reinsertando desde el inicial aire a transgresión de su carrera a un neoclasicismo bien llevado. David Koepp le dio en el guión experiencia y el respeto y conocimiento necesario al alter ego de Peter Parker, por lo que hasta Tobey Maguire quedaba bien enfundándose las mallas. Nada que objetarle, cumplió con lo imprescindible y holgadamente.

Desgraciadamente, en la continuación, si bien Raimi se mostraba más espectacular y la acción frenética, Koepp dejó su lugar a un grupo de guionistas que desconocían elementos esenciales de la historia y los necesarios límites y barreras que el personaje había construído en años. Spiderman dudaba demasiado pronto de su destino, sus poderes le acercaban más al hombre de acero capaz de parar un tren con sus brazos y repeler golpes que partirían al auténtico Peter Parker. Por no hablar de que, posiblemente por exigencias con el actor protagonista, se le quitaba demasiado tiempo la máscara a Spiderman, una experiencia que el lector de miles de sus cómics recordaba como algo extremadamente puntual.

Maguire, además iniciaba una vena de humorista dislocada y sin sentido y el sarcasmo ni tan siquiera se intuía en la distancia quedando en varios tramos como un mero bufón de corte pardillo.

Ahora bien, todos y cada uno de estos defectos no son nada en comparación con lo que espera en Spiderman 3. Una sobredosis de estulticia, de irreverencia, de humillación al personaje, de falta de orden, concierto y un mínimo de coherencia en la lógica del guión. Algo que sucede tanto globalmente como en escenas concretas.

Personajes mal construidos y recargados en la empalagosa cursilería, sonrisas forzadas, culebrones esquizofrénicos, bailes injertos, villanos salidos de la vagancia imaginativa entre constantes faltas de explicación (a pesar de contar con 150 minutos de metraje, casi el mismo tiempo en que podría hundirse el Titanic o que la mitad del Viento podía dejar a Escarlata O’hara en las ruinas de Tara rugiendo contra su destino).

Sam Raimi ha tirado de nepotismo para ubicar a su hermano, sin firmar un guión desde el 97 y para TV (por mucho que le acompañara en éxitos como Darkman o El Ejército de las tinieblas), como cómplice de un Alvin Sargent que en la segunda parte demostró no tener las ideas claras. La conclusión, desoladora: desde falta de congruencia en demasiadas escenas en que sus protagonistas no saben reflejar el drama que representan, hasta decisiones argumentales de peso específico en la trama que posteriormente resultan incoherentes, como si no hubieran tenido lugar. Además hay personajes que saben cosas en momentos que no deberían, si no fuera porque han tenido acceso al guión.

Para muestra, un botón antológico: el duende fuerza a Mary Jane a abandonar a Spiderman si quiere que este viva. Difícil saber por qué y para qué. Esta lo hace, sin un solo motivo para sentirse coaccionada en ese momento o para confesarle el mal -entre lágrimas- y en tramos posteriores el chantaje parece no haber tenido lugar. Como si la ruptura hubiese sido por una discusión más.

Otro ejemplo en cuanto a las emociones: Eddie Brock (Topher Grace), que de rival fotográfico de Parker pasará a simbionte encuentra a su novia colgando de lo alto de un rascacielos, circunstancia que, atentos, aprecia gracias al objetivo de su cámara. A su lado, el jefe de policía que no es sino el padre de esta (en una Nueva York que en encuentros casuales tiene la extensión de apenas veinte metros cuadrados). Mientras la novia e hija cuelga de la fachada, al borde de la muerte, esperando el rescate de Spidey, el fotógrafo bromea sobre su posible noviazgo con la señorita, a lo que el padre responde con apática displicencia mientras, recordamos, su hija coquetea con la muerte entre gritos desesperados. Una de las muchas muestras de la psicología de varios de sus integrantes que hace preferible la casposa versión televisiva de Spiderman de 1977.

Por lo demás, sería cansino enumerar todas y cada una de las decisiones o momentos vergonzosos que se erigen en una lapidación de un héroe, que es aquí sólo una excusa burda para una función llevada con pereza y desidia confiando en facilidad del gran público para quedarse con las escenas de exhibición y espectáculos coreográficos (quizá debería nombrarse el cameo más vergonzoso de la mano de Stan Lee, una escena tan poco natural y forzada como tantas otras en la paraeta).

Raimi y su vena creadora deben haberse visto arrollados por la rutina de vivir enganchado a un superhéroe sin un margen para su libertad mostrada en varias cintas anteriores de muy registros diferentes, como resultado de lo cual su talento queda reducido a un parecido preocupante con Mark Steven Johnson (el Uwe Boll del cómic: director de Dare Devil y El motorista fantasma).

Cuando Spidey, víctima del organismo invasor que le ha convertido el traje en negro ha realizado todas las fechorías que el guión le permite, acude en escena crepuscular al icónico traje clásico, Raimi le acompaña, y trata que él le rescate por las dos horas de sacrilegio previas. Pero ya no hay nada que hacer, el héroe está muerto y el fan apasionado así podrá sentirlo. El resto seguirá disfrutando del espectáculo circense con la misma superficialidad que el público de extras de Nueva York, que vive en el desenlace un grotesco show ante cámaras televisivas de lo que debería ser una lucha dramática y a la que sólo le falta de fondo la canción surrealista que en los años 80 le compusieron a Spiderman los integrantes de Parchís.

FICHA TÉCNICA DE SPIDERMAN 3

Título original: Spiderman 3

Fecha de estreno: 04-05-2007

Año: 2007 Duración: 156 min

Director: Sam Raimi

Guión: Sam Raimi, Ivan Raimi, Alvin Sargen
Intérpretes: Tobey Maguire, Kirsten Dunst, James Franco, Thomas Haden Church

Lo mejor:  

-La formación del Hombre de Arena.

Lo peor:

-Noquear con tanta contundencia a un héroe tan apreciado.
-La vena payasa de Sam Raimi.
-Que David Koepp abandonara al personaje.

Puntuación:

1,5

Aumentar 2 puntos quienes no adoren a Spiderman.

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