No se dice en voz muy alta porque Steven Spielberg continúa siendo un peso pesado en la industria estadounidense, especialmente como productor. Pero es evidente que como director ha perdido mucho de aquel gancho que le procuró el apodo de Rey Midas de Hollywood décadas atrás. Las dos realizaciones que estrenó en 2011, War Horse y Las Aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio, se han saldado con decepciones críticas y/o comerciales.
La primera ha sido convidada de piedra en casi todas las ceremonias de premios anuales celebradas hasta la fecha, y presumiblemente volverá a ocurrir en los Oscar. La segunda, cuyo presupuesto es top secret pero al parecer rondó (sin sumar la publicidad) 135 millones de dólares, solo ha recaudado en todo el mundo 371 millones, muy lejos de auténticos taquillazos de 2011 como Harry Potter y las Reliquias de la Muerte - Parte 2, Transformers 3: El lado oscuro de la Luna, Piratas del Caribe: En Mareas Misteriosas o La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte I.
Sin embargo, Spielberg acaba de anunciar que, como estaba programado, El secreto del Unicornio tendrá continuación a cargo de Peter Jackson, y que se realizará este verano, en cuanto concluya el rodaje de la saga El Hobbit, compaginando la posproducción de las dos películas inspiradas en la obra de J.R.R. Tolkien con la filmación en apenas tres semanas de las imágenes reales que darán pie a la nueva aventura digital de Tintín. Spielberg todavía no tiene claro oficialmente qué álbumes de Hergé inspirarán el film, pero sí que se abarcarán al menos dos (en El secreto del Unicornio fueron casi tres).
Si el lector se está preguntando el porqué de la continuación si acabamos de explicar que la cinta original no ha tenido demasiado éxito, baste con señalar que una vez creado el software que ha permitido recrear virtualmente el mundo de Tintín los costes de producción bajarán drasticamente y que, como es usual hoy en día, el verdadero negocio de una franquicia como esta no reside en la pantalla sino en los videojuegos, los cómics, el merchandising... En este aspecto, la obra de Hergé es una mina, y las películas solo la punta de lanza promocional de un boyante negocio con innumerables ramificaciones.