Muchas veces los prejuicios juegan malas pasadas y encasillan indebidamente películas que, sin necesidad de ser objetos de culto para inscribirse en posiciones privilegiadas de la historia del séptimo arte, son perfectamente recomendables y cumplen con holgura con su función de darnos una buena sesión de cine. A primera vista, en este caso todo hace pensar en una nueva incursión en el fenómeno de los manidos psycho-killers. Parece que Bill Paxton quiere debutar en dirección buscando un filón seguro, y aprovechando conocimientos y recomendación de su amigo Sam Reimi -quién después de dirigirle en "Un plan sencillo" realizó "Premonición" y que se encuadra en un suspense similar- va a buscar un camino fácil hacia la taquilla.
Pero lo cierto es que un corte clásico y modesto aparece desde el principio para, mientras se va contando con medios justos la atroz visión de un padre que ha de aniquilar demonios -encerrados en personas- por prescripción divina junto a sus hijos pequeños, dar una lección de humildad y contención que asegura evitar el estrépito en el debú, y permite apuntar a objetivos más altos.
Interpretando él mismo al padre "iluminado", garantiza una buena actuación en que se unen talento y decisión, modo claro de facilitar las cosas en una historia de inquietud permanente que no flaquea en ningún tramo, haciendo de esta nueva muestra de terror tejano, una película más que digna.