Acumulación de actores de renombre, director experimentado en producción, presentador de Oscars ejerciendo de guionista...
Es casi innecesario decir nada, esta crítica se hace sola.
Billy Crystal tuvo en "Una terapia peligrosa", una gran oportunidad para compartir cartel con ese monstruo del cine que es De Niro. Pudo formar junto a el una de esas extrañas parejas de hilarante combinación que le permitían obtener un papel útil más allá de las presentaciones de ceremonias.
Pero pasada tan fugaz gloria, este hombre a quien no hay que negarle un buen sentido del humor, ser capaz de dar buenos momentos cómicos, y una mínima utilidad en su extraplano registro de actuación, parece haber pretendido demasiado y haber conseguido demasiado poco.
Metido a comediante en uso de uno de esos directores comparsa tan llevaderos y funcionales, se ve justo todo lo que puede y no puede hacer, cuales son sus haberes y cuales sus carencias; más cuando se empeña en autolimitarse al buscar favores del público, divina traición de producción cuyo máximo exponente es cambiar el final de la cinta cuando en una primera exhibición al gentío, la respuesta no es la buscada... y sabe Dios (o los que han visto el resultado) que se puede ir a peor.
Esta pantomima de hacedores de cine es precisamente la parodiada en "La pareja del año", que entre los varios retazos de realidad frivolo-jolibudiense que la inspiran, se centra en el de una pareja cinéfila cuyo romance en la vida real se trunca, haciendo que su éxito en la gran pantalla se tambalee para desgracia de sus valedores económicos. Los sujetos marioneta de esta parodia son de primera fila: una cumplidora Julia Roberts, John Kusack en su habitual nivel notable, Billy Cristal de mascota, y Katherine Zeta Jones a sus anchas en el papel de imbécil.
Así que, situaciones-barullo de por medio, gags a mansalva para la agradecida risa fácil, a lo largo de una primera mitad de película prometedora se nos va armando una rítimica comedia sin personalidad alguna, en que la pareja vuelve a estar junta sólo de cara al graderío. Por detrás la falsedad será del todo variable, los designios de la incongruencia obrarán el milagro de que el idilio parecezcá resurgir de nuevo, incluyendo como elemento desestabilizador a la hermana de la novia (que cómo no antes era gorda pero ahora está chotón) , provocándose dudas, amor, tonteria, cursileria, sopor... y después de media hora final de náusea, la calma, al rescate de la agonía cuando con gratitud contemplamos que esta farsa -dentro y fuera- ha acabado finalmente.