El próximo año se lanzará un DVD con diversos trabajos que muestran la relación del escritor japonés Yukio Mishima (1925-1970) con el cine. Sin duda su contenido más interesante será Patriotismo, El rito del amor y de la muerte (Yukoku), cortometraje escrito, dirigido, producido y protagonizado por Mishima en 1966 que se creía perdido.
Según se ha hecho público, el co-productor de Patriotismo, Hiroaki Fujii, encontró en 1996 el negativo de la película en un desván de la casa del escritor en Tokio, a pesar de que al parecer la viuda de Mishima había querido que la obra se destruyese.
El motivo era evidente: Patriotismo adaptaba un relato homónimo escrito por Mishima en 1961 que dramatizaba el seppuku -suicidio ritual- de un oficial de la armada y su mujer tras el fracaso de un golpe militar ocurrido en Japón en 1936. El tema de la película recuerda la propia muerte de Mishima, que se suicidaría cuatro años después de la misma manera tras un intento fallido de sublevar a las tropas acantonadas en un cuartel general de Tokio.
Patriotismo dura apenas treinta minutos, fue filmado en blanco y negro, y a falta de palabras está contado mediante largos intertítulos. La música de Richard Wagner para Tristán e Isolda acompaña la meticulosa escenificación de la muerte de Mishima y la actriz Yoshiko Tsuruoka. El cineasta norteamericano Paul Schrader representaría el rodaje del cortometraje en uno de los capítulos de su película Mishima (1985).
Patriotismo constituyó la intervención más creativa de Mishima en el mundo del cine, en el que por lo general colaboró como actor y guionista. En las dos facetas es recordada por ejemplo su participación en Black Lizard (Kurotokage, 1968), filme basado en una novela de Edogawa Rampo que Mishima ya había adaptado en teatro.
El interés del escritor por el cine y la fotografía al llegar a la madurez tuvo mucho que ver con un deseo de mostrar su cuerpo trabajado en el gimnasio. Un cuerpo que exhibido a través de la cámara podía, en palabras de Ernesto Milá, “apurar sus posibilidades hasta el límite” .
Tales extravagancias, sumadas a su ambivalencia sexual, a sus tortuosas opiniones sobre la pérdida de las tradiciones japonesas tras la Segunda Guerra Mundial y la influencia occidental, a la creación de un ejército privado de cien hombres llamado Sociedad del Escudo, y a las circunstancias de su muerte, han hecho que se olvide a menudo la condición esencial de Yukio Mishima como hombre infeliz y gran literato.
De su infelicidad derivaban las múltiples y disparatadas actividades citadas, que no eran sino una forma de eludir su vacío interior, la sensación de ser ajeno a su propia vida. Y de su talento como escritor dan cuenta las siguientes líneas, que describen además a la perfección su tragedia íntima: “La literatura auténtica nos muestra con dureza y sin el menor eufemismo el horrible destino que pesa sobre el ser humano, y lo hace mediante maravillosas frases que arrebatan el espíritu y nos revelan que la vida humana no tiene significado alguno y que en el hombre se oculta una maldad que jamás será perdonada”.
Autor de ensayos, obras teatrales, decenas de relatos y quince novelas, algunas tan bellas como Confesiones de una máscara (1949) o El rumor del oleaje (1954), Yukio Mishima solo pudo conciliar finalmente el pensamiento y la acción gracias a la muerte.