Después de volver al lugar que merecía entre los grandes del cine mundial gracias a la repercusión de El Pianista (2002), su durísima recreación del sufrimiento judío en el ghetto de Varsovia durante la Segunda Guerra Mundial, el director Roman Polanski decidió en noviembre de 2003 cambiar de tercio y realizar una película que pudieran disfrutar su tercera esposa, Emmanuelle Seigner, y sus hijos de seis y once años.
El proyecto elegido fue una nueva versión de la segunda novela del escritor británico Charles Dickens, publicada originalmente por partes entre febrero de 1837 y abril de 1839 en la revista Bentley's Miscellany: Oliver Twist. La adaptación, como la de El Pianista, ha sido escrita por Ronald Harwood, y la producción de 45 millones de euros ha sido financiada por compañías inglesas, francesas, italianas y checoslovacas. Polanski ha preferido no contar con el dinero de Hollywood para disponer de plena libertad como autor.
El rodaje tuvo lugar en los estudios Barrandov y diversos exteriores de Praga entre junio y noviembre de 2004. La conversión de esta ciudad en la Londres del siglo XIX supuso un trabajo de ambientación minucioso: el equipo técnico de El Pianista casi al completo; más de ochocientos extras, cien de ellos niños; y un reparto de actores ingleses, ya que según Polanski "ademas de disciplinados son los únicos capaces de reproducir exactamente el acento de la época".
Entre ellos figura Barney Clark, de once años, en el papel de Oliver, el niño que liga su suerte a la de un grupo de delincuentes infantiles adiestrados por el siniestro Fagin, encarnado por el gran Ben Kingsley. Jamie Foreman (como Bill Sikes), Leanne Rowe (Nancy) y Edward Hardwicke (el señor Brownlow) dan vida a otros personajes destacados del clásico tremendamente dramático de Dickens.
Y es que a pesar de las declaraciones de Polanski, insistiendo en que su Oliver Twist estará lleno de excentricidad, humor e intriga, será difícil para él obviar su propia condición de huérfano desde pequeño a la hora de narrar las desventuras de Oliver, así como eludir los aspectos más escabrosos de la narración original. Cuando Charles Dickens describió la odisea de un niño en internados de trabajo, como aprendiz de deshollinador, como carterista entre asesinos y prostitutas, como falso culpable e hijo ilegítimo, no buscaba tan solo emocionar a sus lectores, sino hacer pública una situación inadmisible para la infancia.
Con todos sus excesos sentimentales el escritor se limitaba a describir unas vidas cotidianas infernales, a las que su propia niñez tampoco fue ajena. La novela se abre además con un duro alegato contra las leyes sobre la pobreza vigentes en la época. Su franqueza le costó a Dickens duras críticas.
Oliver Twist en el cine
Con la mejora del nivel de vida en Occidente y la superficialidad de la expresión cinematográfica, los aspectos denunciados por Dickens fueron perdiendo vigencia en favor de lo exótico y lo emocionante. La obra había sido adaptada a la pantalla en 1909, 1912 y 1916, pero la primera versión de alto nivel fue la dirigida en 1922 por Frank Lloyd, con Jackie Coogan (El chico) como Oliver y el mítico Lon Chaney como Fagin.
Por su condición de judío y el tratamiento que le aplica Dickens, el personaje de Fagin empezó a resultar una figura controvertida –Will Eisner intentó de hecho redimirla en su cómic Fagin el judío- y un bombón para actores ambiciosos. Así, Alec Guinness bordó el papel en la mejor adaptación hasta la fecha, dirigida por David Lean en 1948. La atmósfera y los personajes eran realistas, incluso tétricos, y como consecuencia la película fue tachada por un lado de antisemita con motivo de su estreno en Israel, Alemania y Estados Unidos, y por otro de prosemita en países como Egipto.
En 1968 Carol Reed (El Tercer Hombre) rueda la versión más conocida y edulcorada de la novela: Oliver!, con libreto y música de Lionel Bart, se había estrenado teatralmente en 1960 con enorme éxito, y las acostumbradas referencias con motivo de su montaje neoyorquino al posible antisemitismo implícito en la historia. Reed contó para la película con el Fagin teatral, Ron Moody, y una gran porción de los estudios británicos Shepperton. El esfuerzo de producción se saldó para el musical con cinco Oscar, incluyendo los correspondientes a la mejor película y el mejor director del año, ocho premios de la Academia Británica de Cine, dos Globos de Oro y unas fabulosas recaudaciones.
No creemos equivocarnos al afirmar que el éxito del filme de Polanski será igual, si no superior, al de anteriores versiones, y que Ben Kingsley estará entre los nominados al Oscar al mejor actor principal o de reparto por su Fagin, al que al parecer ha dotado de una dignidad inédita.