El terror adolescente tiene nueva variante. Ha sido complicado, pero después de todo, se le ha conseguido sacar algo novedoso al tema, y eso de por sí ya es noticia. Quizá esa sea la razón de que a la cinta en cuestión le haya costado tanto "salir de la oscuridad", hablando en su propio lenguaje. Y es que rodada en el 99, estrenada en otros lares en el 2001, nos llega cuatro años después expresando quizá la incomprensión de productores habituados a otros métodos ('Sé lo que hicisteis el último verano' y 'Leyenda Urbana', ni más ni menos) que no entendían muy bien el porqué de hacer cambios. No es de extrañar que, acostumbrados a la mecánica recurrente de la pandilla amenazada por un asesino cuya identidad descubrirá en los últimos momentos el jovenzuelo supérstite, esta salida de lo oscuro haya sido bastante confusa y difícil de concretar. Porque contra ese trámite de los tiempos marcados, de las muertes por sorteo que se producen inexorablemente hasta el fin anunciado, esta es una ocasión para el relato paranoide de despiste permanente que lleva al extremo del desconcierto.
Este cambio de prioridad, recupera la faceta psicológica del miedo sin ahondar en un permanente deseo de sobresaltar al espectador. Aun pudiendo ser comparación sacrílega, su estilo llegará en lo creciente de su turbación a evocar momentos vividos en proyecciones de David Lynch, siempre con limitaciones inherentes -seguimos en donde estamos- y ello con la obligada remisión a un casting excesivamente obcecado en ciertos rasgos y que impide en algunas secuencias una mayor credibilidad de algunos de los personajes.
Pero viendo aquello de lo que huye, la atmósfera que consigue por entre desorientación y cómo evita caer en algunos tics de sanguinolento incompetente, se le pueden perdonar sus maquinados cambios de rumbo para crear atención, para redondearla y acercarla al mundo de lo supuestamente comprensible, y dejarla como una opción para recuperar el interés en los jaleos de ultratumba, en los trances en el umbral del más allá, y por encima de todo eludir la alergénica filosofía 'screamera'.