No es imprescindible ser un experto en física cuántica para llegar a entender la propuesta de sus creadores.
Planteamientos tan metafísicos como de dónde venimos, cuál es nuestra misión en la vida, si existe la materia tal y como la percibimos o cómo se explica la existencia del universo, son los que se intenta dilucidar en el documental dirigido por Mark Vicente “¿Y tú que sabes?” en un intento de acercar la complejidad de la física cuántica a las grandes masas. Para ello se apoya en la figura de Amanda(Marlee Matlin, ganadora de un oscar por Hijos de un Dios menor hace ya algunos años) escogida aquí como conejillo de indias a través de la cual se muestran las teorías avaladas por un buen puñado de estudiosos de la física y la teología.
Viendo el resultado se diría que no es imprescindible ser un experto en física cuántica para llegar a entender la propuesta de sus creadores. Con el falso documental se ha querido demostrar el increíble abanico de infinitas posibilidades que se nos abre a la hora de sumergirnos en la conciencia del ser humano y al poder que generan los pensamientos en uno mismo.
El procesamiento de la información en nuestro cerebro, la aparición de las primeras partículas, el funcionamiento de la memoria, la realidad ...¿es real?. Esta especial visión, mitad ficción mitad valiosa investigación científica, intenta dar cabida a las numerosas opciones que sirven para explicar los misterios del universo a través de un enrevesado conjunto de declaraciones científicas, ayudadas por una serie de imágenes que en ocasiones acaban aturullando a un espectador que debe apoderarse de un bloc de notas sino quiere perderse en el abismo de un agujero negro. Así, la ambición desmedida del proyecto nos brinda momentos de verdadero interés pero no evita que choquen en las escenas de la vida de Amanda, vistas aquí como simple intermedio entre tanta verborrea sesuda.
Las conclusiones extraídas tras el visionado de esta original experiencia cinematográfica son que todos los seres humanos somos capaces de regir nuestras vidas puesto que somos dueños de nuestra realidad(“todos somos Dios”, se declara durante la narración).
Sin duda, el docudrama tiene ventajas, una de ellas es que acabas saliendo de la sala de cine sintiéndote alguien especial, siendo ésta muy recomendable para todos aquellos que sufran algún tipo de depresión, claro que también puede acentuar trastornos a tantos otros que posean este particular síntoma. Al simple espectador de a pie la cascada de imágenes e ideas le dejará como mínimo exhausto ante tanta pregunta sin respuesta o quizá con demasiadas al mismo tiempo.