Parece que últimamente les ha dado a los mandamases de Hollywood por adaptar al cine series de televisión de hace treinta años(dos ejemplos recientes son las infumables "SWAT" y "Los ángeles de Charlie"). Mientras tanto, y después de pasar triunfalmente por el festival de Sitges -indiscutible el premio al mejor actor para el recuperado Robert Downey jr.- llega a las pantallas "El detective cantante", brillante y mordaz revisión de una serie de Denis Potter convertida en celuloide, y cuyo guión ha sido escrito por el propio Potter.
Si tuviéramos que incluir este ingenioso film en algún género en concreto, no tendríamos más remedio que encerrarlo en todos: es drama, thriller policíaco, comedia musical...sólo con este planteamiento, la cinta ya merece todo nuestro respeto. El joven artífice de este tinglado que rompe moldes, encargado de la creación de situaciones alejadas de todo convencionalismo es Keith Gordon. El cineasta y también actor, establece una ilusión que nos postra en la cama de un hospital, donde nuestro protagonista, cínico escritor de novela negra, agoniza debido a una enfermedad que le ataca la piel hasta dejarlo en un estado francamente lamentable. Llegados a este punto, asistimos a las paranoias del escritor, que empieza a confundir realidad con la ficción de sus novelas. Y gracias a eso, el espectador se sumerge en un mundo ilusorio repleto de clichés del cine policíaco que tanto abundaban en la década de los 40 y 50, en un claro homenaje a la época en la que Hollywood se escribía con letras mayúsculas.
Por si esto fuera poco, esta interesante propuesta se adereza con una sugerente selección de éxitos musicales de esos años, que irrumpen en escena ante la sorprendente mirada del espectador. Entre sus grandes méritos, un guión trabajado, una puesta en escena coherente con lo que se está contando, y unos intérpretes en estado de gracia, en el que destaca el enorme trabajo de Robert Downey jr., considerado el mejor de su generación, dando vida a un personaje hecho a su medida, papel que combina contención y un gran derroche de energía.
El resultado convierte esta modesto producción en una gran peripecia que reivindica la mezcla de géneros como acertadísimo hallazgo. En ella, las mejores escenas van a parar a la consulta de un extraño psicoterapeuta (el mejor Gibson hasta la fecha) que da réplica al sarcástico escritor. Este es, sin duda, el mejor ingrediente de esta sabrosa salsa repleta de diferentes sabores.