Tal vez podríamos estar hablando de la entrega más lograda de Madagascar hasta la fecha.
Partamos de la premisa harto conocida de que la saga de Madagascar viene de la mano de Dreamworks, y no de la factoría Pixar. Una vez bajado pertinentemente el listón de expectativas –debido a la fácilmente observable diferencia cualitativa entre los productos de ambas compañías–, lo primero que cabe decir de esta tercera entrega es que en ningún momento podemos asegurar que la franquicia vaya cayendo en picado (al contrario que en otras como Shrek). Al contrario, si ya en Magadascar 2 apuntábamos su posible superioridad respecto al título que abrió la saga, lo cierto es que en esta, subtitulada De marcha por Europa, tal vez podríamos estar hablando de la entrega más lograda de todas hasta la fecha.
El argumento de la película no reviste gran complicación. Los animales protagonistas quieren regresar desde África al zoológico de Central Park en Nueva York, y para ello se embarcan en un viaje que, pasando por diversas ciudades europeas como Montecarlo, Roma y Londres, y gracias a la asociación con los animales de un circo ambulante, les permitirá volver a su emplazamiento más deseado.
Si bien la historia no destaca especialmente por su brillantez y originalidad, de nuevo le hace ganar enteros la poca seriedad con que se toma a sí misma –no en vano coguioniza Noah Baumbach, habitual colaborador de las excéntricas producciones de Wes Anderson– y las frenéticas escenas de persecuciones que nos abruman desde prácticamente el arranque del film, solventadas con mucha más pericia que la vista en buena parte de las películas de acción que se van estrenando. Además, teniendo en cuenta la cantidad de personajes implicados en total –hay momentos en que casi parece que estemos viendo a Los Muppets en acción, de tanta gente que hay en pantalla a la vez–, es destacable la poca confusión visual que se genera, algo siempre de agradecer.
En la parte técnica, tanto la animación como el 3D rinden a un gran nivel, alcanzando su apoteosis en esa espectacular función circense con el Firework de Katy Perry de fondo. Además, los diseños de los nuevos personajes no desentonan. En cuanto a caracterización, de nuevo los supuestos protagonistas se muestran más sosos que los secundarios, que no tienen demasiados problemas para robarles planos una y otra vez (aunque precisamente a los célebres pingüinos se les ve algo desaprovechados). Y qué decir de esa implacable villana, una sádica agente de policía francesa en cuyo cuerpo se aúnan la influencia del slapstick con los mismísimos Terminators.
De nuevo nos hallamos ante un título que sabrá contentar a los más pequeños de la casa, pero que también gracias a su ritmo frenético, su excelente despliegue visual y sus logrados momentos cómicos consigue ser un espectáculo más que digno para los espectadores más maduros. Visto el nivel habitual con que suele castigarnos los estrenos veraniegos de la cartelera, lo cierto es que podemos darnos por satisfechos (y entretenidos).