Todo lo que se podía haber dicho de Resident Evil en el cine, se ha dicho ya en demasiadas ocasiones. Por nuestra parte, la última vez en nuestro más reciente número de la revista para ipad, en un especial en que dimos buena cuenta de sus rasgos diferenciados respecto al Resident Evil original en consola, con sus modos de serie B y formas a menudo excesivas.
Ahora bien, esta quinta parte es una buena ocasión para subrayar alguna idea extra. Como que tiene poco sentido seguir condenando a Resident Evil por sus mayores o menores parecidos con el videojuego original, cuando éste tampoco se parece en su evolución ya a sí mismo. Pudo mantener unos rasgos similares en las tres primeras entregas (antes de bordar la evolución en la cuarta o pecar de recurrencias en la quinta), pero entre estas y entregas adicionales con que explotar marca fuera de la serie regular, la esencia de RE no es tan nítida como para que una diferenciación clara con el Resident Evil de Milla Jovovich (porque a pocos pertecene más) sea de por sí totalmente abominable.
En Venganza, tenemos un planteamiento simbólico que parece tirar de los planteamientos colaterales al videojuego y que lo une a él como nunca, sin que eso sea de por sí positivo. La forzada elucubración argumental para disponer escenarios que sean un mero mata-mata sin obligar a mayores explicaciones en el cambio de fase, entronca con alguno de esos modos extra con que se empaqueta como refuerzo al videojuego para cuando el modo historia se haya agotado (lo que de por sí podría haber sucedido aquí con la trama). Personajes clonados y excesos constantes no esconden el principal acierto y motivo para relativizar la condena: la película es en sí misma un tiro, los más de 100 minutos se escurren con apenas las típicas pausas para preguntarse qué diablos justifica todo aquello, o cómo determinados rizados de rizo se han realizado con tan poco elaboración en el sentido común y limitándose a invertir los esfuerzos en el más difícil todavía de las coreografías estresantes.
Comparando con otras muestras del exceso zombie, Resident Evil acaba en las antípodas de productos como The Walking Dead o el Amanecer de los muertos de Snyder. De la primera, su lentitud y entrega a diálogos ha sido motivo de ira para muchos fans, cosa que hace pensar que probablemente disfruten sin pestañear ni forzar una sola neurona en la que nos ocupa. De El Amanecer la alejan la devoción de aquel por los planos medidos y secuencias milimétricas libres de excesos que entroncan con lo más chusco y atropellado de los momentos más flacos del videojuego.
Visto así, con sus propias ambiciones todo parece motivo para una relativa satisfacción: el resultado se encuentra acorde con sus aspiraciones, la taquilla responderá sin vacilaciones y Milla Jovovich vuelve a reinar en cada uno de sus fotogramas en la gran pantalla. Visto lo visto, atendiendo a qué ha sucedido con otras franquicias, quizá no fuera del todo malo entregarle la marca a sus curvas.