De los responsables de las aventuras de Toy Story, y producidos por quién alcanzara el éxito con el Rey León, esta parodia consigue convencer a todas las edades con su burla a los cuentos clásicos.
No es probablemente uno de esos personajes que doña Ana Botella incluiría en sus recopilatorios de cuentos. No es apuesto ni modosito, y ni tan siquiera es principe. De hecho el principe es el malo, un tipo bajito, atontado y avieso de lo más despreciable. La princesa por su parte, es capaz de compartir eructos con Shrek sin alterar su compostura, y de repartir tortas a lo Matrix sin que se pierda la elegancia de su traje. Luego está el burro, un charlatán indomable que es la auténtica figura de la película y que ejerce de seductor con el ominoso dragón que guardaba a la princesa...
Vaya, que en esta película todo se pone al instrumento del absurdo, configurando una bien equilibrada historia repleta de humor sin complejos que se aleja de todo lo preconcebido dentro de los dibujos animados. Es por otro lado innecesario hablar de cuestiones gráficas como si se tratase de un videojuego, pues los estudios de animación de Dreamworks han conseguido el complejo objetivo de hacer que nos olvidemos de cómo se ha hecho lo que estamos viendo, más allá de recordar en momentos puntuales la habilidad que les permite hacer ciertos decorados realmente plausibles.
En conclusión, una película para todos los públicos con un ácido humor que la convierten sin duda en una de las mejores comedias de este año.