Pese a las críticas negativas que ha recibido, Los amos del barrio no es un producto infumable.
La tranquilidad de un pequeño pueblo norteamericano se ve truncada cuando se produce un terrible asesinato. Ese hecho dará pie a que un ciudadano ejemplar –de esos cuyo “espíritu comunitario” tan yanqui da bastante grima– reúna a tres individuos peculiares para ayudarle a montar un equipo de vigilancia vecinal. Poco imaginan que el mencionado crimen sirve de precalentamiento para una invasión alienígena de nuestro planeta.
Las expectativas que se pueden tener en la actualidad hacia el subgénero de la comedia gamberra estadounidense no hacían presagiar nada bueno. Reunir a Ben Stiller, Vince Vaughn y Jonah Hill bajo un mismo techo ayudaba a temernos lo peor, por mucho que la incorporación al reparto del británico Richard Ayoade –hilarante como actor en la serie Los informáticos, pero también director recientemente de la interesante Submarine– prometiera nuevos matices.
Sin embargo, y pese a las críticas negativas que ha recibido, Los amos del barrio no es un producto infumable. Los defensores a ultranza de los productos de la factoría de Judd Apatow encontrarán aquí motivos para entretenerse durante hora y media de su vida, aunque precisamente el cineasta y productor americano no intervenga directamente en la realización de esta cinta. Dirige Akiva Schaffer, guionista de Saturday Night Live y firmante de Flipado sobre ruedas (2007). Del guión se encarga entre otros el actor Seth Rogen, que ya ejerciera además labores similares en Supersalidos, Superfumados y The Green Hornet.
Con esos mimbres, es obvio que nos hallamos ante una película con un argumento inverosímil, pasada de rosca y repleta de ordinarieces y de incontinencia verbal de alguno de sus protagonistas (baste decir que en algún momento incluso los personajes se llaman la atención unos a otros por lo cansinos que resultan en sus intervenciones). El resultado no resulta excesivamente inspirado –se adivinan en la coctelera ecos de Men in black o Los cazafantasmas, así como de la más lograda Attack the block–, ya que el guión no se ha trabajado con las ganas necesarias.
Pese a todo lo vulgar que resulte, al aburrimiento de parte del metraje y a lo cargante –por alargadas– de ciertas situaciones, quedan pequeños detalles que hacen que esta cinta sea visionable únicamente si no se ponen excesivas esperanzas en ella. Es entonces cuando consigue hacerte esbozar esporádicas medias sonrisas y cuando sus burlas hacia determinados aspectos del estilo de vida americano llegan al espectador. En definitiva: olvidable, pero no tan mala como cabría esperar.