Frank Darabont tiene precedentes en su carrera como para apostar sobre seguro, con los ojos cerrados, que su producto va a ser bueno, que lo que sucedió con sus adaptaciones de Stephen King de Cadena Perpetua y La milla verde (ojalá se hubiera encargado de Corazones de la Atlántida), puede suceder en cualquier otra película en que trabaje. Todas tienen rasgos comunes. Y no se trata sólo de una duración importante, sino de un gusto por la corrección, por los grandes planos y por saber dar paso a diálogos que den cuerpo a la historia, de modo que se abra un hueco que si encuentra un buen guionista para llenarlo, prácticamente asegura alcanzar un gran resultado.
En el guión de The Majestic, de cualquier rincón emana amor al cine. No está sólo en las críticas al "Comité de Actividades Antiamericanas" y su esperpéntica caza de brujas encaminada a acabar con el "peligroso comunista", está en la vida de sus protagonistas, en la de un Martin Landau inconmensurable que hace una de las más bellas apologías del cine como una mágica forma de vida encaminada a la evasión; en la "bella rubia", abogado vocacional por inspiración cinéfila que sucumbió a la razón que latía en el guión de su película favorita; y en su protagonista, que al margen del desenlace que resuelva su amnesia, se mueve entre bastidores como guionista prometedor o encargado de alimentar sueños ajenos desde su cine.
A propósito de éste último, no puede ser más particular la carrera del señor Carrey, quien en menos de una década ha trepado de espectáculos de cafés, a películas de humor absurdo para acabar encontrando papeles en que incluso su gran club de detractores deberían replantearse sus ideas. Si tras encarnar a Truman se ganó una oportunidad con ese visionario show antesala de los "Gran Hermano", con Man on the Moon su representación de Andy Kaufman le venía como anillo al dedo. Ahora, hace mucho más y disculpará esa dependencia en su rol histriónico que pese a no durar muchos años (y ser rentable, pues le permitió ser el actor mejor pagado) le tienen sujeto a vilipendios varios por parte de ciertos intransigentes. En esta película, como todo lo demás, convence. Aunque ciertos discursos pueden acabar ampulosos en exceso.