El italiano Paolo Franchi reflexiona sobre la obsesión que lleva a Valeria (Barbora Bobulova) a trasladarse de Turín a Roma en busca del hombre que ha conseguido enamorarla dado que no puede dejar de mirarlo desde su ventana. Y es que Valeria tiene un serio problema, su incapacidad para mostrar sus sentimientos, salvaguardándolos en su propio mundo interior, que ni ella misma entiende. Aún así, necesita la presencia física de Massimo (Andrea Renzi), ciéntifico que por motivos laborales debe trasladarse con la persona con la que comparte su vida, Flavia (Brigitte Catillon).
El director de La espectadora se aventura, en su debut tras las cámaras, con un filme introspectivo donde la falta de comunicación entre los personajes imposibilita el sueño inalcanzable de un futuro común. La cinta explora elementos tales como la soledad, la atracción irrefrenable y la mentira valiéndose de un tono pausado que fortalece aún más ese halo de tristeza que en ningún momento abandona la narración. Así pues, la intención del realizador se explicita a través de los encuentros de estos tres personajes solitarios, estableciéndose entre ellos relaciones abocadas al fracaso tras las que se esconde el remordimiento, los recuerdos que el tiempo no ha podido borrar o el miedo a enfrentarse con sus propios sentimientos.
Parece inevitable reconocer que La espectadora recorre senderos de amplio calado emocional, aunque éstos se vean irremediablemente condicionados por el comportamiento de Valeria, experta en frenar sus impulsos ante la incapacidad de abrirse camino en el terreno personal.
Construida desde una base sólida, desprende una calidez cercana a pesar de la frialdad con la que las figuras principales se enfrentan a las situaciones creadas por esta historia íntima, que se deja ver sin prisas ante la la mirada cómplice del espectador. Una vez más, el cuidado por un relato que descansa en la labor de sus protagonistas y donde se antepone una puesta en escena intimista alejada de todo ejercicio banal, hace un filme digno de elogio. Es evidente que la propuesta de su director no esté especialmente pensada para barrer taquillas, pero seguramente será más fácil olvidar tantas pelíciulas fast food que han invadido los cines estas navidades que los ojos de la actriz Barbora Bobulova.