Hacía casi ocho años que el francés Jean-Paul Rappeaneu no se ponía tras las cámaras, desde aquella esforzadamente emotiva y algo desinflada “El Husar en el Tejado”. Ahora con “Bon Voyage” parece que el galo ha cogido gusto a las producciones de gran calibre, aquellas que necesitan grandes medios –tanto de escenografía como de ambientación-, así como de la consiguiente inflada publicitaria.
Así, “Bon Voyage” aterriza entre nosotros con la promoción que sólo tienen las grandes superproducciones americanas -de hecho no recuerdo ningún bombardeo del país vecino de este calibre desde la cutre secuela de Astérix-.
Y todo porque “Bon Voyage” huele a película de los años cuarenta, pero además de por su cuidada estética, por el tipo de filmación del propio Rappeaneu, las maneras de actuar y las giños de actores; todo recuerda a la época dorada del star system hollywoodiense…vienen a la cabeza Cary Grant y Katharine Hepburn con lo peor y mejor que tiene todo ello…
La acción se desarrolla al principio de los años cuarenta, cuando la pasmada Francia es ocupada sistemáticamente por el ejercito alemán de Adolf Hitler; pero esos tiempos oscuros no son la escusa para contar un dramón lagrimal; al contrario, Rappeneau lo aprovecha para regalar una comedia medida que da más a la sonrisa que a la risa. En ella hay nazis, enredos, chicos guapos, chicas bastante más guapas –Adjani y la siempre virginal Virgine Ledoyen-, persecuciones de coches etc…
Pero todo tiene un límite y si no se para a tiempo hay veces que la película se estrella; por un problema tan aparentemente tonto como es el metraje, “Bon Voyage” se queda en una película “pasable” cuando podía haber sido realmente buena. Y todo, creo, por culpa de un montaje demasiado permisivo, que igual que agiliza unas secuencias, hunde en la miseria otras partes del relato, alargándolas hasta la agonía. Con unas tijeras eficaces en la sala de montaje, hubiera ganado mucho en integridad y eficacia. Una pena..