Un argumento sencillo y previsible que enganchará a los más pequeños de cada casa, pero que no ofrece demasiados alicientes para sus progenitores.
La maquinaria del cine de animación no se detiene. Sumidos en la constante vorágine de títulos que se van sucediendo en la cartelera es fácil que se produzca, por parte de todos los estudios y productoras implicadas en esta loca carrera hacia la perfección en dicho subgénero, el agotamiento de las fórmulas. Asimismo, gracias a la acumulación numérica también resulta más sencillo para el espectador ver las costuras de los distintos filmes que van llegando a las salas de proyección cada pocas semanas, detectando al instante ciertos defectos que los lastran. Es obvio que esto no sucedía hace una década o más, cuando eran contados los estrenos animados que poblaban la pantalla grande.
Turbo llega de la mano de Dreamworks, y en principio parece haber sido diseñada como réplica muy tardía al bombazo que supuso años atrás Cars para Pixar. La historia de este caracol de jardín que gracias a una casualidad adquiere la velocidad necesaria para competir en carreras de Fórmula 1 contiene los suficientes paralelismos como para que nos lleguen ecos de las aventuras de Rayo McQueen y compañía, pero a la vez tiene cierta entidad propia y sigue su propio camino, por más descabellada que sea la historia que se trae entre manos.
Lo más vistoso de la película es el diseño de los personajes y la animación, algo en lo que Dreamworks no suele fallar. Sin embargo, en esta ocasión el estudio ha elegido quedarse en lo literario por debajo de las sagas de Shrek, Kung Fu Panda, Magadascar y similares, orquestando un argumento sencillo y previsible que enganchará a los más pequeños de cada casa, pero que no ofrece demasiados alicientes para sus progenitores: apenas algún apunte de humor negro –las apariciones de los cuervos–, ciertos detalles simpáticos –los paralelismos entre las dos parejas de hermanos protagonistas–, lo trepidante de las escenas de carreras, así como el ya mentado deleite en la vertiente visual de la cinta.
Su linealidad ayuda, eso sí, a que su mensaje resulte bien visible para los infantes. La idea de que hay que luchar por superarse a uno mismo y por no responder exactamente a lo que la sociedad espera de nosotros no es nada nuevo, pero nunca está de más recordarlo. Y si nos viene envuelto en una animación tan atractiva y colorida, mejor que mejor.