Siguiendo la estela del cine social que Fernando de Aranoa y tantos otros han intentado dejar para la posteridad, confirmando a pequeños pero certeros pasos el saludable estado de un cine injustamente tratado por un público ávido de comedias con las que pasar el rato, la directora Judith Colell se atreve con un áspero melodrama de tintes sociales en el que las miserias de unos cuantos salen a flote en los días más fríos del invierno. En 53 días de invierno vemos reflejadas las vidas de tres personajes que coinciden una noche en una parada de autobús. Mila (Mercedes Sampietro) es una profesora de instituto que tras un año de baja por sufrir una agresión por parte de uno de sus alumnos vuelve al trabajo. Por otro lado, Celso (Andrés Brendemül) pasa por serias penurias económicas teniendo que mantener a su mujer embarazada de gemelos y a un hijo. Finalmente Valeria (Aina Clotet) es una estudiante de violonchelo que sufre problemas sentimentales y familiares.
Tras su encuentro en la citada parada, estas almas solitarias no volverán a coincidir, pero todas ellas conservarán un denominador común: una terrible indefensión se apodera de sus días, generando con ello la incapacidad para mejorar sus estados de ánimo.
Con una fragmentación torpe y sin demasiados alicientes en el aspecto narrativo, la cinta incide en la difícil situación por la que atraviesa una España a la que se da la espalda, la de quiene no consiguen llegar a fin de mes y luchan por mantenerse en la brecha pese a sus temibles circunstancias.
Ni que decir tiene que el material dramático de la trama posee una indudable fuerza dado que es capaz de ofrecernos estupendas labores interpretativas de toda la plantilla, sobre todo si nos detenemos ante el talento de la Sampietro o de Silvia Munt. No obstante, el dramatismo se resiente ante una narración cansina y en ciertas ocasiones monótona en su desarrollo, obligando al espectador a elevar su grado de atención más de lo debido.
Cruda tanto en la temática como en su aspecto formal, esta pequeña producción supone un esfuerzo admirable para la directora de Nosotras así como de todo el elenco, lástima que corra el riesgo de pasar desapercibida para una audiencia mayoritaria que no concibe al cine español sin un mínimo de tontería.