Una dolorosa perspectiva que invita a reflexionar en numerosos aspectos del comportamiento humano.
Bienvenidos a la zona, el último reducto de paz existente en un mundo destrozado por la ausencia de ciudadanía, un mundo donde la violencia está a la orden del día. En apariencia, esta premisa bien podría esconder algun blockbuster conducido por un Roland Emmerich o un Michael Bay cualquiera, creadores, a base de atiborrarnos de efectos especiales, de ambientes sórdidos que nos remiten a un futuro lejano en el que las ciudades se dividen en cantones separados por muros infranqueables.
Sin embargo nos encontramos en las antípodas de estas suposiciones, puesto que la historia que nos ocupa se aleja radicalemte de superficiales artificios tan de moda en la industria hollywoodiense para mostrarnos un presente que, por desgracia, viven más ciudades de las que cabría pensar. Una de ellas y protagonista de La zona se sitúa en México DF.
Así se presenta la ópera prima de Rodrigo Plá, estrenada en el pasado Festival de Venecia y aupada por un elenco compuesto de actores españoles (excelente trabajo de Maribel Verdú y Carlos Bardem) y mejicanos (Daniel Gimenez Cacho). El filme cuenta con innegable garra narrativa: la terrible cacería sufrida por un ladronzuelo adolescente a manos de toda la vecindad de una zona residencial con fuerte seguridad privada. Resignados por la corrupción que mueve los hilos en las instituciones y movidos por el ojo por ojo, los adinerados se toman la justicia por su mano desencadenando así una deshumanizada persecución por su “civilizada” residencia. Allí, la semilla de la destrucción sobrevuela sus cabezas sacrificando a golpe de machete todo resquicio de moralidad y respeto por la vida humana.
Únicamente la esperanza adquiere nombre propio en la personificación de la figura encarnada por Alejandro(Daniel Tovar), un joven residente en la zona con verdaderos conflictos morales que llega a cuestionarse el motivo de tanta acción descerebrada.
Hace algunas semanas se estrenaba otro filme de semejante temática (La extraña que hay en ti de Neil Jordan) pero de resolución mucho menos gratificante que la que nos ocupa. En ella, la justicia se transformaba en algo más reaccionario, legitimandode algún modo la posibilidad de llevar a cabo tu venganza empuñando un arma. En La Zona la cámara abandona la peligrosidad de tomar partido por el lado más ultra, decantándose por la necesidad de mostrar las contradicciones de unos personajes fuera de toda ética.
Descarnada en su resolución, Rodrigo Plá reinventa el thriller en algo más complejo, una dolorosa perspectiva vital que invita a reflexionar en numerosos aspectos del comportamiento humano, sin duda un soplo de aire fresco en nuestras carteleras.