Mucho han cambiado las cosas desde 1996, año en el que una Independence Day protagonizada por Will Smith arrasó con su espectacular invasión marciana.
Desde entonces, hemos visto a su director Roland Emmerich destruir la tierra de todas las formas posibles, al género apocalíptico cobrando un llamativo protagonismo, y padecido numerosas invasiones que incluso han servido para convocar a Los Vengadores para hacerles frente.
Pero quizá, de todo lo que ha cambiado en estas dos décadas, lo más importante es la forma de plantear las grandes producciones: ya no son cintas aisladas que buscan diferenciarse de alguna manera del resto, sino inversiones en marca con una agenda diseñada por el departamento contable, en que el cansancio de la audiencia es solo una variable más a manejar.
Es por ello que no sorprende demasiado que en Bloody Disgusting vinculen la segunda parte de Independence Day en una estrategia de varias películas con las que crear un nuevo mundo, una enorme franquicia serializada en tanto la taquilla acompañe.
La misma fuente se refiere a su trama, y a cómo en ella 20 años después de la fallida invasión los alienígenas volverían preparados, en un planteamiento con una lógica interna —la raza que quiere conquistar el planeta ha perdido una batalla, pero no la guerra— y que serviría para una explotación progresiva de Independence Day. De hecho, los planes serían tan claros como sugeriría el título provisional asignado al proyecto, siempre según Bloody Disgusting: ID Forever. ¿Resistirá la audiencia? La taquilla, más que nunca, manda.