Todas sus desventajas se ven levemente compensadas con la calidad de una ambientación neogótica.
Con un retraso más que considerable con respecto a su factura (2004), llega a nuestras pantallas La criatura perfecta, film dirigido por Glenn Standring, autor de The Irrefutable Truth About Demons, y producida por Tim Sanders (El Señor de los Anillos).
La acción nos sitúa en un alternativo y retro-futurista 1960, donde humanos y vampiros coexisten pacíficamente desde hace varios años. Esta armonía ciudadana se romperá cuando uno de los vampiros empiece a alimentarse de sangre humana, dando lugar a la propagación de una extraña enfermedad y al surgimiento de una violenta guerra civil que dará fin a los tiempos de paz.
Poco más se puede decir de una trama que pierde todo su interés una vez ha sido planteada, pues en su desarrollo nos encontramos con unos personajes planos que apuntan a una psicología inexistente; unas interpretaciones flojas y frías que no aciertan en ningún momento con el tono de la película y eliminan toda posibilidad de identificación; un ritmo lento y aburrido (a pesar de la corta duración de la cinta, apenas 90 minutos); un montaje caótico y desestructurado que nos saca totalmente de la historia; un empleo gratuito de la técnica del bullet-time, o tiempo-bala, ideada por los hermanos Wachowski en Matrix; un exceso de diálogos explicativos que deja a un lado toda acción y emoción; etcétera...
Todas estas desventajas, sin embargo, se ven levemente compensadas con la calidad de una ambientación neogótica que debe mucho a los actuales avances en tecnología digital. Sólo por eso merece la pena a pesar de todos los inconvenientes apuntados arriba. El nivel de detallismo que se aprecia en cada gama de colores que inundan la atmósfera supone un ejercicio de plasticidad y estética visual que seduce y fascina. En este sentido, La criatura perfecta parece situarse en esa línea de estética neogótica o retro-futurista (Underworld, Van Helsing, Ultraviolet, Dark City) donde el verdadero protagonista es el ambiente que rodea la acción.
Lástima que en su acercamiento al tema del vampiro el film tampoco acierta, ya que en ningún momento nos da la sensación de estar presenciando una cinta de género, sino más bien una historia de persecuciones policiales entre Edgar (Leo Gregory), el vampiro “malo”, y Silos (Dougray Scott), el vampiro “bueno”, que ayuda a los humanos (en particular a la atractiva Lilly, la agente de policía que interpreta Saffron Burrows) en la captura.
En definitiva, un producto irregular pensado más que nada para el mercado del DVD (esperemos que bien surtido de extras que lo acompañen), cuya cuidada estética ambiental no logra hacer frente a un guión insípido, a unas interpretaciones sosas y a un tratamiento del mito del vampiro que es mera excusa argumental para atraer al público a las salas.