Sin duda estamos ante el tipo de declaraciones que pueden producirse a posteriori, pero que seguramente chocan en el caso de contrastarlas con las que se realizaban en las entrevistas promocionales de El Hobbit y sus secuelas.
Para el lector crítico, en ningún momento hubo dudas de que cocinar una nueva saga al abrigo de un único libro respondía únicamente a las ansias de seguir exprimiendo un fenómeno de la envergadura de El Señor de los Anillos. Pero para Peter Jackson, además, fue un quebradero de cabeza, un proyecto aceptado cuando había renunciado a volver a la Tierra Media únicamente por la tenacidad con la que fue tentado, y que no le permitió hacer las cosas a su manera.
"Era imposible, y a consecuencia de ello, simplemente comencé a filmar, con la gran mayoría de cosas sin preparar", explica Jackson en una entrevista a The Guardian. El hecho de que el proyecto hubiera aparecido vinculado a Guillermo del Toro y que Jackson tuviera que hacer una película completamente diferente, tuvieron que ver mucho para que lo que en la trilogía anterior fue un concienzudo análisis de cómo hacer las cosas, en el caso de El Hobbit degenerase en improvisación y en definitiva tirar de experiencia y práctica.
Para agravar las cosas, Jackson desvela que se filmaron escenas para las que no había 'storyboards', y que incluso el guion estaba inacabado en su primera fase. Visto así, lo que llegó a las carteleras tiene mucho más mérito.