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Luz Silenciosa - critica de cine
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Luz Silenciosa

La belleza de la desesperación

Un artículo de Diego Salgado || 25 / 2 / 2008

Película de una exquisita belleza, cualidad que no debería percibirse como amaneramiento sino como señal de tormento

El dilema implícito en los preciosos fotogramas de la nueva película del mejicano Carlos Reygadas tras Japón (2002) y Batalla en el Cielo (2005) no es el que atañe a su afectación, que le ha costado ser tachada por algunos de ‘retablo pomposo’ y hasta de ‘fraude’.

Desde la primera imagen de Luz Silenciosa, un amanecer condensado en falso plano secuencia de seis minutos, Reygadas está apostando honestamente por el artificio, que extiende a la ubicación de su drama sobre el adulterio en una comunidad menonita del estado de Chihuahua porque en ese ambiente “si filmas se va a parecer a un cuadro de Vermeer”; al empleo de actores no profesionales, que se expresan en el dialecto europeo propio de su comunidad y que sabotean a menudo la ficción con sus miradas indiscretas; y a la evidente filiación de la película con Ordet (1955) de Carl Dreyer y, de manera más elíptica, también con Gertrud (1964).

¿Es lógico seguir autorizando o vetando la entrada a un realizador en el panteón de los ‘cineastas imprescindibles’, como hacen ciertos sectores críticos, por el grado de pureza que respiren sus planteamientos de acuerdo con el periclitado dogma baziniano que afirmaba que “la materia de las películas es la realidad física como tal”? En un mundo como el nuestro, que se lee mediáticamente y no a través de los sentidos, ¿es reprochable que Reygadas aspire a forjar un universo propio remitiéndose a Dreyer, Tarkovsky o Sokurov? ¿Es censurable la intención de reinterpretar a los clásicos, ahora que el Festival de Las Palmas va a dedicar un ciclo al concepto en auge del remake de autor? ¿Es un delito explotar todas las posibilidades técnicas de la fotografía y el sonido para ofrecernos algunos de los momentos más ostentosamente hermosos que hemos visto en años?

Para desmontar el discurso que sitúa a algunos cineastas en el limbo inalcanzable de la excelencia y a otros en la triste posición del aprendiz de brujo, baste con la siguiente anécdota: la ópera prima de Dreyer, El Presidente (1919), debe buena parte de sus calidades visuales a una retrospectiva sobre el pintor Vilhem Hammershoi que Dreyer había visto tres años antes en Copenhague: “a la hora de disponer los interiores me inspiraron las bellas imágenes de Hammershoi”. El Maestro también tuvo influencias y fue sensible al esteticismo, fundamental en su cine.

El dilema en torno a Luz Silenciosa, al menos para nosotros, debería circunscribirse al alcance profundo del preciosismo y las muchas ocurrencias formales que decoran los 140 minutos de metraje. Y entonces el deslumbramiento deja paso a la confusión. Porque la pugna interna que mantiene Johan (Cornelio Wall), padre de familia ejemplar, entre el cariño por su mujer Esther (Miriam Toews) y la pasión que siente por su amante Marianne (María Pankratz), apenas transmite nada. ¿Es la luz silenciosa del título la de Dios, que acoge en su seno nuestras debilidades? ¿Es la película en cambio un canto al poder del amor y el sacrificio humanos? ¿Aspira la cinta a conjurar una epifanía laica, como Gus Van Sant en Last Days? ¿Cabe entender la película en registro intertextual, posmoderno, respecto a Ordet?

Los chispazos de genio que jalonan Luz Silenciosa tienen carácter disperso, fracasan a la hora de otorgar al conjunto un sentido convincente. Diríase que Reygadas confía en su poder como realizador pero no en el material que maneja, apenas un soporte sobre el que actuar tortuosamente. Esa emisión televisiva en la que vemos a Jacques Brel no interpretando, sino representando de modo paroxístico una canción, diríase metáfora de los esfuerzos de Reygadas por inyectar externamente a su película las emociones que no surgen de manera espontánea porque él mismo las ha ahogado con su presencia crítica.

No es un problema que Luz Silenciosa sea demasiado bella, sino que la mirada del hombre tras la cámara está en crisis (¿no son siempre los protagonistas de Reygadas hombres en crisis?), que ansía creer y fuerza la máquina confiando en que una carrocería impecable haga por él lo que no puede un motor ahogado. Reygadas ha manifestado en más de una ocasión su desprecio por los análisis de su obra, pero resulta paradójico que él mismo peque de cerebral al tratar asuntos, ya sea en Luz Silenciosa o en Batalla en el Cielo, supuestamente viscerales.

En cualquier caso, esa autoconsciencia le honra, y cuando afirma que le gusta “filmar personas y lugares poderosos porque así, aunque seas mediocre y la película te salga mal, estás viendo algo interesante”, manifiesta un respeto hacia el espectador que agradecemos. Aunque sólo sea porque Luz Silenciosa contiene escenas increíblemente bellas, algo inusual en el entorno tan vulgar y feísta en que vivimos, ya merece la pena hacer el esfuerzo de verla. Si además llegamos a atisbar el tormento que oculta el envoltorio, tanto mejor.

FICHA TÉCNICA DE LUZ SILENCIOSA

Título original: Stelle licht

Fecha de estreno: 22-02-2008

Web oficial: www.luzsilenciosa.com |

Año: 2007 Duración: 142 min

Director: Carlos Reygadas

Guión: Carlos Reygadas
Intérpretes: Cornelio Wall, Miriam Toews, María Pankratz, Peter Wall, Jacobo Klassen.

Lo mejor:  

-La fotografía y el sonido.

-La ambición de Reygadas.

Lo peor:

-El inevitable aburrimiento que provocan a veces sus 140 calmos minutos.

-La incomprensión condescendiente por parte de muchos críticos.

Puntuación:

6

Para quien sepa compartir la angustia que puede latir bajo un envoltorio preciosista.



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