Hollywood retrocede una década para retratar la lucha, basada en hechos reales, de una policía de New Jersey que pugnó porque su compañera sentimental pudiera gozar de los mismos derechos que ya poseían sus compañeros heterosexuales del cuerpo policial, a saber: cobrar la pensión de viudedad –a la protagonista le habían diagnosticado un cáncer fatal– y poder quedarse con el hogar donde residían ambas.
Freeheld nos habla de las etiquetas que la sociedad impone sobre ciertas minorías, y de las injusticias que se cometen sobre algunos de los individuos que pertenecen a ellas. Pasa de puntillas sobre una relación de pareja excelentemente interpretada por Julianne Moore –quien se hizo merecedora del Oscar por otra enferma terminal, en Siempre Alice– y Ellen Page –productora del film, y lesbiana confesa desde no hace mucho tiempo– para dar el salto a los tribunales, donde el sistema de legislación norteamericano queda retratado, con sus virtudes y miserias.
Con estos mimbres, la película podía haber dado para mucho más. La historia es digna de ser contada y se intuyen las buenas intenciones detrás del proyecto, qué duda cabe, pero los defectos se van acumulando según pasan los minutos; no hasta el punto de hundirla en la miseria, aunque sí que sirven para terminar clasificándola –volvemos a caer en las etiquetas– de inofensiva y poco memorable.
Por muy bien que puedan estar los actores, sus acciones no terminan de emocionarnos, y su construcción peca de unidimensional. Eso por no mencionar al personaje de Steve Carell, un auténtico pegote al que hay que dar de comer aparte, ya que rompe el ritmo y el tono cada vez que desfila por la pantalla. El argumento es previsible y melodramático hasta sus últimas consecuencias, y la rutinaria realización se vale de todos los recursos trillados imaginables, no sabiendo correr riesgos ni escapar de la corrección política.
Así pues, a mitad de camino entre la ausencia de sutileza, el sensacionalismo, el tedio, los clichés y la sensiblería, es una pena que una historia sobre la reivindicación de la igualdad y la lucha por los derechos legítimos se vea sepultada bajo la torpeza de las elecciones narrativas y termine provocando indiferencia en el espectador. Un tema de este calibre hubiera merecido algo más que un mero telefilme de sobremesa con ínfulas.