Claude Chabrol ha intentado retratar la Malicia en estado puro; esa crueldad que sólo se vislumbra en los gestos, en las respiraciones más sutiles, pero no por ellos menos letales que las que se enfundan encañonando una pistola.
Isabel Huppert -esa madura y fascinante mujer altiva- retorna como actriz protagonista del director galo, en esta elegante encarnación del Hacer Daño sin estridencias que es "Gracias por el Chocolate".
Estamos en el ambiente preferido por Chabrol, el de la burguesía francesa más acomodada; en él, rodeado de coches de marca alemana, de casas solariegas, de pianos de cola tocando a Lizt, surge el Mal por las rendijas más sutiles, las más truncadas.
El film supone una revisión personal del suspense más clásico, en una primera hora de metraje apabullante -por calidad y fuerza- que queda algo empañada por sus veinte minutos finales, que con una esforzada pero algo sosa vocación de estilo, no llega -desgraciadamente- a redondear la película; se pide algo más contundente; pero probablemente no ligaría bien, ya que el tono del relato, en conjunto, es de bella sutileza, esa que tanto sabe controlar el mejor y más sesudo cine galo.
A destacar la presencia de la joven debutante Anna Mouglalis; una belleza de talento actoral y físico que llena la pantalla con un sólo gesto; casi, que no es poco, eclipsa a Isabelle Huppert, otra mujer por la que vale la pena pagar sólo por verla respirar, sutilmente Malicia, sobre la pantalla.