La idea de que todo lo malo acaba saliendo finalmente a la superficie y que la justicia se impone, que el bien siempre termina por vencer al mal, es una de las creencias más equivocadas y dañinas del ser humano. Lo corriente es que los actos delictivos queden impunes y, en la mayoría de las ocasiones, que ni tan siquiera generen remordimientos.
Un futuro candidato político ve peligrar su brillante futuro cuando su caprichosa amante, una cría que bordea peligrosamente la minoría de edad, le chantajea con sacar a la luz fotografías comprometidas de ambos si no confiesa la infidelidad a su mujer, arruinando con ello su matrimonio y su vida. Antonio Hernández, director versátil que cuenta en su haber con títulos tan dispares como Lisboa, El gran marciano, En la ciudad sin límites, Oculto o Los Borgia, dirige y coescribe esta historia de corrupción, traiciones y venganzas, alejando a los personajes de las altas esferas políticas y apostando por la cotidaneidad de sus hogares, analizando sus comportamientos en la intimidad.
El menor de los males se sustenta, fundamentalmente, en un sólido reparto en el que destacan un Roberto Alvárez, muy creíble es un papel de político amable y embaucador, superado por las circunstancias pero al que no le tiembla el pulso para hacer lo que hay que hacer cuando se ve en la necesidad; una Carmen Maura como mera espectadora de la función cuyo silencio y tolerancia le convierten en cómplice; y una Verónica Echegui como niña perdida y algo desquiciada a la que el odio y las ansias de venganza le conducen al chantaje. La película es capaz de mantener su interés durante todo el metraje; su guión dosifica con inteligencia la información que se va dando al espectador en cada momento y acierta al mostrar al protagonista como un tipo corriente, casi encantador, que es sin embargo alguien moralmente corrupto y podrido por dentro, como también lo son aquellos que le acompañan, le consienten, le mienten, le obedecen o le chantajean a su alrededor. El final, quizás algo exagerado en determinados momentos, resta algo de solidez a una historia hasta entonces perfectamente verídica en casi todos sus puntos.
Desde el plano que abre la película, el espectador comprende que Hernández desea hablarnos de la pochedumbre, la capacidad de devorar, destrozar y acabar los unos con los otros que poseemos los seres humanos. Ganadora de tres premios en la pasada edición del Festival de Cine de Málaga, mejor guión, mejor actriz de reparto para Verónica Echegui y mejor vestuario, El menor de los males se enmarca en el habitualmente corrupto mundo de la política pero, en cierta manera, esta realidad se hace extensible a cualquier ámbito humano que presente una situación de poder, poder al que raramente las personas están dispuestas a renunciar una vez obtenido. El chantaje, la traición o el asesinato, cualquier inconveniente hacia el objetivo marcado, es visto como un obstáculo a superar en pro de intereses propios, un mal menor moralmente asumible como precio a pagar por estar en la cima.