El título de esta pequeña gran película da nombre a la más inmensa y masificada prisión que ha existido en Latinoamérica hasta su voladura en el año 92.
Nacido en Argentina pero brasileño de adopción, su realizador Héctor Babenco siempre se ha distinguido por desarrollar una carrera coherente cuya máxima expresión radica en contemplar su época bajo un prisma de marcado carácter realista. Desde sus inicios en la dirección, el cineasta ya apuntaba maneras -"Pixote" y "Lucio Flavio" alertaban sobre la agónica situación de los barrios de Brasil- y ya en Estados Unidos continuó su labor de denuncia social plasmando en la pantalla historias ásperas de contenido y tratamiento que poco tenían que ver con las propuestas que se hacían en Hollywood.
Por sus manos han pasado grandes intérpretes dispuestos a despojarse de todo artificio, dejando constancia del fuerte empuje que presentaban sus personajes (Jack nicholson y Meryl Streep en "Tallo de hierro"). Pero su mayor éxito llegó en el año 85 con "El beso de la mujer araña" por el que recibió una nominación y un Oscar para su protagonista William Hurt. Precisamente la acción se situaba en una prisión, repitiéndose la temática de esa y otras obras en "Carandiru".
Babenco retrata con incontestable viveza narrativa ese particular microcosmos penal, donde siete mil presos sobreviven en condiciones infrahumanas. La cámara nos acerca a la vida de estos encarcelados a través de la figura de un doctor que se propone frenar el contagio del sida. En poco tiempo, el médico entablará especial amistad con alguno de ellos.
El relato,que discurre en su totalidad en el centro penitenciario, se ve interrumpido por útiles flashbacks que aclaran el por qué de las encarcelaciones, haciéndonos partícipes de la realidad de los protagonistas y componiendo así un vigoroso fresco repleto de violencia y desesperación. A un ritmo constante pero pausado, avanza la trama en un cómodo crescendo que llega a su cénit al producirse un motín que acaba con 111 muertos. La fuerte espiral de violencia desatada está rodada sin concesiones a la galería , lo que provoca una congoja considerable.
Con esta nueva incursión del cine brasileño, cuya calidad visual e interpretativa está fuera de toda duda, comprobamos que su realizador sigue en plena forma, moviéndose con probada soltura entre un reparto coral encargado de describir a la perfección su talentosa cspacidad en la construcción de personajes.
Tras el éxito mundial de "Ciudad de Dios", el cine de Brasil va saliendo poco a poco del olvido. Que siga adelante.