Precedida por el éxito cosechado en varios festivales europeos (premio a la mejor fotografía en el pasado festival de San Sebastián), "la joven de la perla" resulta un jugoso hallazgo en cualquiera de las múltiples facetas en las que se presenta. Y es que la ópera prima del británico Petter Webber se ha convertido en una pequeña joya que se debe disfrutar con cada uno de los sentidos.
Partiendo de la conocidísima obra de Tracy Chevalier, el cineasta construye la bellísima relación establecida entre el pintor holandés Johannes Vermeer y una de sus criadas, cuyo esperado clímax queda plasmado en uno de los cuadros más grandiosos del pintor del siglo XVII.
El film - entre sus mejores bazas hallamos la impecable labor de dirección artística y la premiada fotografía luminosa e iluminada- respira emotividad y deleite por los cuatro costados, cuidando esta producción de corte intimista y sobrada intensidad hasta el más mínimo detalle. Tal es la dedicación que cada encuadre supone dar un paso más hacia nuevas formas de entender la expresión artística. Además, el director mima con enorme respeto a sus protagonistas, consiguiendo con ello interpretaciones sobresalientes, basadas en silencios y miradas que es justo donde "la joven de la perla" verdaderamente funciona. La relación entre maestro y musa alcanza un estado que va más allá de lo tangible, y que culmina brillantemente en una de las secuencias más hermosas que ha dado el cine en los últimos años: el lúcido momento en el que Vermeer agujerea con cuidadosa delicadeza el lóbulo de su amada Griet. Ambos abarcan un nivel de complicidad expresado sin palabras y que deja sin ellas.
Parte de la culpa le corresponde a la jovencísima Scarlett Johansson, alzada de la noche a la mañana como una de las actrices más prometedoras del panorama cinematrográfico actual (aún incomprensible cómo se ha quedado sin nominación). Todo en ella emite una luz muy particular, mereciendo mención aparte sus grandes y expresivos ojos que sacan provecho de los silencios, amén del enorme talento que derrocha en cada escena.
"La joven de la perla" es un film que discurre de forma pausada, sin meternos prisa, como cuando se contempla un cuadro y dejamos que nos invada toda la fuerza de sus colores. El resultado convierte así la obra de arte en celuloide vivo.