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Yo serví al rey de Inglaterra - critica de cine
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Yo serví al rey de Inglaterra

Las tribulaciones de un checo en Chequia

Un artículo de Diego Salgado || 23 / 7 / 2008

Bajo el tono ingenuo y surrealista que recorre la narración, tan propio de Jiří Menzel como de Bohumil Hrabal, se esconde una lucidez cruel

Jiří Menzel ya había adaptado otra novela de Bohumil Hrabal (1914-1997), Trenes rigurosamente vigilados, que le valió el Oscar a la mejor película extranjera en 1966 así como un enorme reconocimiento mundial del que hoy por hoy no queda mucha huella. No sabe uno si, pasados tantos años desde su última película, Vida e insólitas aventuras del soldado Ivan Chonkin (1994), años que Menzel ha dedicado al medio teatral y a la interpretación, el checo no habrá aspirado a reeditar el éxito de aquella fábula agridulce sobre la pérdida de la inocencia; pero el panorama audiovisual ha cambiado mucho y, a pesar del premio de la crítica internacional obtenido en el Festival de Berlín, es probable que Yo serví al rey de Inglaterra pase por la cartelera entre la indiferencia general. Y sería injusto, porque esta crónica del auge y caída social de Jan (interpretado según la época por Oldřich Kaiser o Ivan Barnev), un camarero provinciano en la Checoslovaquia de la primera mitad del siglo XX, brinda varias lecturas de interés, si bien nunca terminan de conformar un todo mayestático.

Así, tenemos por una parte el retrato de un individuo sin atributos, a la vez cómplice y víctima de la Historia, incapaz de hacer otra cosa que mirarse el ombligo mientras a su alrededor se suceden el nazismo, la Segunda Guerra Mundial y el comunismo soviético. Un retrato que, por debajo del tono ingenuo y surrealista que recorre la narración, tan propio de Menzel como de Hrabal, esconde una lucidez cruel, en una línea similar —salvando las distancias que se quieran— al que perfilaron Kazuo Ishiguro y James Ivory en la figura del mayordomo protagonista de Lo que queda del día.

Además, la estrategia de alternar dos tiempos, los años sesenta desde los que Jan rememora su vida y un pasado que arranca en la Praga de entreguerras, permite a Menzel ampliar su perspectiva hasta cubrir todo el paisanaje checo, sometido en poco menos de medio siglo a unas convulsiones imposibles de afrontar por sus habitantes, caracterizados por una bonhomía no pocas veces contraproducente.

Por último, es imposible sustraerse a la calidad de la realización, llena de soluciones visuales, calidades fotográficas y homenajes cinéfilos pertinentes; como si al haber estado alejado de la realización quince años, Menzel hubiera logrado evitar contaminarse con esos efluvios de naturalidad y desinhibición que han convertido el visionado de la mayor parte de las películas actuales en un atentado para los amantes del lenguaje fílmico. Menzel sabe conjugarlo.

Los únicos inconvenientes de Yo serví al rey de Inglaterra residen en que, como ya hemos indicado, Menzel no atina a cohesionar el conjunto y en que, sin llegar a los extremos de Emir Kusturica, se le escapa un tanto el metraje a cuenta de las más variadas extravagancias y una vez sobrepasado el momento en que no parece que quepa añadir nada más. Pero estos reproches no deberían impedir que el espectador se atreviese a disfrutar de una película que, sin pretender descubrir nada, deja en evidencia con su libertad, su buen hacer y su nada pretenciosa ambición tanta impostura de autor obsesionado con la imagen y despreocupado del ser humano.

FICHA TÉCNICA DE YO SERVÍ AL REY DE INGLATERRA

Título original: Obsluhoval jsem anglického krále

Fecha de estreno: 18-07-2008

Web oficial: www.anglickykral.cz |

Año: 2006 Duración: 120 min

Director: Jiří Menzel

Guión: Jiří Menzel
Intérpretes: Ivan Barnev, Oldřich Kaiser, Julia Jentsch, Martin Huba, Marián Labuda, Milan Lasica, Jiří Lábus.

Lo mejor:  

-La confianza de Jiří Menzel en el lenguaje cinematográfico, hoy en extinción.

Lo peor:

-Algunos delirios erótico-festivos propios de un viejo verde.

Puntuación:

6,5

Para degustadores de esa cultura europea, no sólo cinematográfica sino también literaria, que ya parece anacrónica.



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