Situada en Florencia durante la época en que la peste negra diezmó a buena parte de la población, Aprendiz de caballero supone la revisión moderna de un clásico de la literatura como es El Decamerón de Giovanni Boccaccio. Los personajes que encontramos en la película son principalmente un grupo de jóvenes que, huyendo de la peste y de algunos peligrosos compromisos matrimoniales, partirán a refugiarse en una casa de las afueras de la ciudad. Por el camino irán teniendo una serie de encuentros y desencuentros con los que se va tejiendo una especie de comedia de enredo bastante liviana.
Hasta cinco países han colaborado en esta coproducción dirigida por el poco prolífico David Leland (Amores en tiempos de guerra). Sin embargo, ello no ha supuesto un mayor mimo a la hora de cuidar detalles básicos para construir una película de época con la credibilidad necesaria. Quizá los sencillos decorados sean de lo poco salvable en una producción donde el vestuario, los peinados y la música se empeñan en recordarnos constantemente que no estamos en la Italia medieval, arruinando así la suspensión de la incredulidad.
En cuanto al argumento, los personajes vienen y van de forma animada durante todo el metraje, pero la falta de implicación con lo que les pueda acontecer resulta grave cuando se lleva un buen rato de visionado. Se supone que al tratarse de una trama coral deberíamos encontrar alguno cuyos avatares nos atrajeran más, pero no es el caso. No ayuda nada que los dos rostros más reconocibles al frente del relato sean por un lado el limitado y poco expresivo Hayden Christensen, y por otro un Tim Roth al que aparentemente la única indicación que le han dado antes de iniciar la grabación de cada escena es que ponga cara de villano.
Si algo sorprende en un primer momento es la utilización de un erotismo muy explícito en un buen número de escenas. En principio se hace con frescura y parece que la historia se va a encarar de otro modo, pero según pasan los minutos la posible provocación que se quiera conseguir se desvanece por saturación, irritando más que aportando algo sabroso al resultado final. Parece más que estamos ante una de esas producciones que se hicieron en España durante la época del destape, enseñando carne sólo para constatar que ya era posible hacerlo.
Tratándose de una obra en que los asaltantes de caminos parecen moteros de una convención de Harleys, y donde las monjas de los conventos bien podrían acabar apareciendo en alguna cinta de porno blando, no es de extrañar que los norteamericanos, parte implicada directamente en su producción, hayan decidido estrenar este bodrio directamente en DVD.