Tras una clase en el gimnasio, una desconocida entra en el local y fruto de un desgraciado accidente dispara el arma de uno de los policías que allí entrenan. No hay desgracias personales, sólo la rotura del escaparate, otro gasto más en la paupérrima economía de Mike, según le recuerda su mujer y administradora, Sondra (Alice Braga). Ésta le insta a que acuda al pub de su hermano, un promotor de lucha, para pedirle un préstamo. Una vez allí, salva al famoso actor Chet Frank (Tim Allen) de una reyerta, lo que le agradece con un magnífico regalo. Parece que la suerte de Mike y Sondra empieza a cambiar.
Junto a Paul Haggis, David Mamet es probablemente el mejor guionista que nos hemos podido llevar a los ojos en estos últimos treinta años. El espacio para esta critica es escaso para mencionar su obra, virtudes y características, sobre todo en la obra de un autor que no para de crecer y mejorar. A los conocedores no les estamos descubriendo nada, esperamos su firma con secreta ilusión y esperanza. A los que aún no habéis tenido la suerte de testear su dramaturgia, sólo os mencionaremos un par de títulos en los que sumergiros: Glenngarry Glen Ross (James Foley, 1992) y Veredicto Final (Sydney Lumet, 1982).
Mamet ha compaginado la escritura de guiones con la dirección cinematográfica, algo que cada vez es más frecuente en él, así como la escasez de presupuesto en sus producciones. Tampoco le es ajeno el mundo de la novela y los ensayos sobre cinematografía, éstos últimos bastante ácidos y críticos con la industria norteamericana y sus profesionales, ni el de la televisión, donde ha creado con bastante éxito la serie The Unit, que ya alcanza su cuarta temporada.
Cinturón rojo es la mejor película de Mamet como director. Esta vez ha sabido encontrar un recurso en la escasez de medios de que dispone para rodar y ha hecho bueno el principio creativo por el cual una obra narrativa se depura y mejora mediante la eliminación de gran parte de sus elementos antes que en la acumulación de ellos. Porque la cinta es una historia simple en su puro armazón dramático, con lo elementos mínimos para que la trama suceda y nos centremos en la hiriente temática de su hilo: la absoluta pérdida de principios éticos de la sociedad. La perfecta decepción moral y humana que el personaje sabiamente interpretado por Ejiofor sufre, no es otra que la decepción del propio Mamet ante un medio que ama y domina pero a cuyas condiciones industriales se ve continuamente sometido en pos de rentabilidades, audiencias millonarias y dinero.