De la mano promocional de los hermanos Anthony y Joe Russo, aupados en la cresta de la ola gracias a los bombazos marvelitas de los que han sido responsables de uno u otro modo, llega el segundo largometraje firmado por Brian Kirk, director irlandés fogueado en una decena de series televisivas de todo tipo.
Manhattan sin salida trata de reverdecer los laureles de un tipo de thriller policial que no se estila demasiado en los tiempos que corren. Para ello, nos pone en la piel de un detective de policía íntegro, capaz y resuelto que tratará de atrapar a unos ladrones asesinos de policías por todos los medios a su alcance, incluyendo el bloqueo de los veintiún puentes de acceso a Manhattan.
En esa Gran Manzana aislada, convertida en coto de caza improvisado, Kirk teje una trama tristemente predecible, incapaz de librarse del corsé de los clichés más sobados, y que refuerza nuestro convencimiento de que este tipo de cintas policiacas no pasa en la actualidad por su mejor momento. Entre persecuciones, tiroteos, frases manidas, estereotipos con nombre propio -pese a la solvencia de los actores que los encarnan- y conspiraciones en las que cualquier espectador algo avezado anda cuatro pasos por delante, la cinta va consumiendo su metraje, dejando la triste sensación de que se ha sido incapaz de aportar elementos novedosos.
Entre el aburrimiento generalizado apenas podemos destacar levemente los momentos donde predomina la acción, pero lo rutinario de su puesta en escena convierten, en definitiva, a esta Manhattan sin salida en carne de olvido fácil. Demasiados defectos para un filme insustancial y poco trabajado por parte de sus responsables.