Tras la merecida acogida de su anterior y luminosa primera película –“Nadie hablará...”- Agustín Díaz Yanes, Tano para los amigos, ha pasado 6 años de silencio preparando su segundo desembarque; pasó más de tres dedicado por completo a un ambicioso proyecto, bautizado como “Madrid Sur”, una futurista película de más de 6000 millones de presupuesto que ha sido aparcado –esperemos que no por siempre- al no encontrar suficiente financiación; todo ello ha “obligado” al cineasta a dirigir “Sin noticias de Dios”, un historia escrita por él mismo incluso antes de “Nadie hablará...” Quizá por ello, los hay que acusan a esta obra como un “producto de entremés”, como un frío aperitivo hueco para pasar el rato antes de “Madrid Sur”...
Mucho más allá de esas frívolas reflexiones, está su verdadera esencia, ya que más lejos de sus conscientes limitaciones, “Sin noticias de Dios”, destila una cadencia y puesta en escena, un planteamiento de ideas mucho más frescas, para el espectador virgen, que cualquier “serio” tostón de algún que otro maduro director en activo con alma de espadachín payaso de la moral, de los que sólo funcionaron bien –por suerte para todos- durante la transición española.
La película de Yanes, en cambio, es joven y canalla, capta la atención desde su primer aliento; quizá, la historia flojee un poco, quizá los personajes podrían haber estado más definidos, pero lo que Yanes demuestra un pulso narrativo de clase y altura sin paulatinos en el más reciente cine estatal; un pulso visual, obvio y agradecido deudor del mejor Scorsese, por encima de la historia.
Una Penélope Cruz a la altura del simpático Tony Manero de Fiebre del Sabado Noche, una Victoria abril Artista total...Y para postre, justo antes de los títulos de créditos, se nos regala uno de los mejores gags en años; Sin Noticias de Dios, alegres noticias de Tano, esperando, anhelantes, su carta definitiva: “Madrid Sur”.