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Un lugar donde quedarse

Viajes a ninguna parte

Un artículo de Diego Salgado || 23 / 11 / 2009
Un lugar donde quedarse

Una ficción indefinida y autocomplaciente, que se deja ver sin demasiados bostezos, pero cuyo calado es mínimo.

Como ha dictaminado con agudeza el crítico Óscar Pablos, Un lugar donde quedarse es “una rareza, pero en el mal sentido de la palabra rareza”. La historia episódica de una pareja de treintañeros sin oficio ni beneficio que buscan a lo largo y ancho de Norteamérica el lugar ideal para tener a su hijo y echar raíces, no se amolda a ninguna de las tendencias creativas que se vislumbran en su formulación; pero su aparente libertad expresiva es, en realidad, indefinición frustrante.

El guión nace de las experiencias compartidas por los novelistas Dave Eggers (Qué es el qué) y Vendela Vida (inédita en España) en torno al miedo a la asunción de responsabilidades que caracteriza nuestro presente, y a lo que implica la paternidad en los Estados Unidos de hoy. Pero la escritura cinematográfica de Vida y Eggers adolece de un armazón telegráfico y caricaturesco, que hace de los paisajes que van recorriendo Verona (Maya Rudoph) y Burt (John Krasinski) decorados propios de una sitcom, poblada en sus capítulos sucesivos por personajes siempre estrambóticos, y clausurada en cada ocasión con un gran chiste.

Esto sin duda auspicia que la ficción se deje ver sin demasiados bostezos, pero también que su calado sea mínimo. A ello hay que añadir cierta autocomplacencia en la descripción de Burt y Verona, por encima en todo momento de los esquizofrénicos entornos que transitan, hasta serles concedido poco más o menos que un paraíso a la altura de su ironía sofisticada y su sensibilidad.

Hacía mucho que no nos topábamos en una película con unos protagonistas tan antipáticos queriendo ser ingeniosos; y nos referimos tanto a los actores como a los roles que interpretan. En esto, como en la presencia del músico lo-fi Alexi Murdoch en la banda sonora, el melifluo sustrato ideológico e, incluso, los aspectos fotográficos y de promoción, Un lugar donde quedarse recuerda peligrosamente a Juno, paradigma de la hipermodernidad emocional. Ese estado de conciencia en el que se alardea de amplitud y ligereza de espíritu, aunque no sea difícil apreciar bajo tan espumosa fachada una vulnerabilidad patética, nacida del sabernos abandonados definitivamente a nuestra suerte.

¿Qué pinta ante este panorama el director Sam Mendes? Hay quien ha considerado Un lugar donde quedarse complementaria a su previa Revolutionary Road y a su ópera prima, American Beauty: las tres se interesan por la pareja en cuanto institución privada y social castradora del libre albedrío individual. Pero, sin dejar de ser esto cierto, no lo es menos que Un lugar donde quedarse es la más reciente etapa en el viaje del realizador británico por géneros paradigmáticos del cine USA: la tragicomedia cotidiana a lo Billy Wilder (American Beauty), el film noir (Camino a la Perdición), el cine bélico (Jarhead), el melodrama (Revolutionary Road) y el cine indie (la película que nos ocupa).

Y, como en ocasiones anteriores, Mendes se aplica a la disección de los códigos que dan forma al libreto de Un lugar donde quedarse con un control quirúrgico que deja en evidencia las “imágenes institucionales, de conveniencia” (A. Zárate) del género abordado. El problema es que, para nosotros, la habitual “puesta en escena precisa, sobria y despojada” de Mendes no permite a continuación “establecer reflexiones y sedimentar cargas dramáticas”, salvo en Jarhead.

Sus demás realizaciones, y Un lugar donde quedarse está lejos de ser la excepción, no manifiestan otra cosa que impotencia, la circunspección de quien no oculta un carácter desestabilizador sino perplejo. No sabemos si por su condición de extranjero en Hollywood, o por el miedo a la crítica. Mendes parece estar deseando tener algo que decir con la cámara, pero sus modales contenidos hacen pensar muchas veces que, si no abre la boca, es por el temor a ser mudo.

Burt y Verona descubren al final de sus viajes que el lugar donde quedarse es aquel libre del peso de experiencias ajenas, una ninguna parte donde disponer de la libertad para reinventarlo todo. Quizás Mendes esté necesitando de una ninguna parte cinematográfica, de un respiro en su caza de géneros con la manía coleccionista y necrófila del entomólogo.

FICHA TÉCNICA DE UN LUGAR DONDE QUEDARSE

Título original: Away we go

Fecha de estreno: 20-11-2009

Web oficial 2 www.awaywegothemovie.co.uk/ |

Año: 2009 Duración: 98 min

Director: Sam Mendes

Guión: Dave Eggers, Vendela Vida
Intérpretes: John Krasinski, Maya Rudolph, Jeff Daniels, Maggie Gyllenhaal, Chris Messina, Catherine O’Hara, Paul Schneider.

Lo mejor:  

-Los temas de Alexi Murdoch.
-Los actores secundarios.

Lo peor:

-La pareja protagonista.
-La inexpresividad del conjunto.

Puntuación:

5

Para futuros papás y mamás de la generación iPod.



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