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Capitalismo: Una Historia de Amor - critica de cine
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Capitalismo: Una Historia de Amor

La ley de la selva

Un artículo de Diego Salgado || 11 / 1 / 2010
Capitalismo: una historia de amor

Resulta insólito ver una producción comercial norteamericana haciendo apología del socialismo colectivista, dando voz autorizada a los herederos del Cristo que arremetió contra los mercaderes en el templo, y abogando por una revolución ciudadana.

Dice Michael Moore que Capitalismo: Una Historia de Amor supone, más que otro jalón en su carrera como documentalista en primera persona, una suerte de culminación creativa. Hasta el punto de que, tras su realización, se ha planteado volver durante un tiempo a la ficción.

No cabe sino darle la razón. Para empezar, porque, en su nuevo largometraje, Moore pone sobre el tapete ciertas reflexiones de corte sociohistórico, familiar y revisionista al hilo de la pervivencia de cuanto describiese en su ópera prima, Roger and Me (1989); reflexiones que permiten empezar a tasar su obra en más que una sucesión de ingeniosas y demagógicas viñetas críticas para con aspectos varios de la sociedad estadounidense, susceptibles de haberse podido desarrollar indistintamente —como así ha hecho en el pasado Moore— en forma de incendiarios programas televisivos (The Awful Truth) y panfletos literarios (Stupid White Men).

Capitalismo: Una Historia de Amor otorga repentina y retrospectivamente a la filmografía de su autor un carácter de diario en marcha, por el que hubiesen fluido tanto él mismo como un país en cuyas derivas ha cifrado Moore su razón de ser artística. Al menos en esta ocasión, el orondo realizador no se halla tan lejos como pudiera parecer del minoritario documentalista Ross McElwee y sus “paisajes del yo”.

Pero es que, además, Capitalismo: Una Historia de Amor engloba implícitamente los temas tratados por Moore en sus anteriores documentales: la degradación de nuestras economías desde lo productivo a lo especulativo en la citada Roger and Me, los intereses del lobby armamentístico en Bowling for Columbine (2002), la trastienda política y económica de la guerra contra el terror desatada por la administración Bush tras el 11-S en Fahrenheit 9/11 (2004), y la tutela de la salud por parte de corporaciones privadas en Sicko (2007).

Es decir, como indica su título, Capitalismo: Una Historia de Amor es una diatriba genérica contra el sistema que rige Occidente y que manifiesta desde hace tiempo alarmantes señales de colapso, algunos de cuyos aberrantes síntomas ya había repasado Moore uno a uno. Diatriba que abarca también a sus paisanos, a la convicción con que muchos de ellos defienden un modelo económico que les perjudica a diario y que tachan errónea y fanáticamente de consustancial al ser norteamericanos.

De manera algo cansina, Moore sigue fiel a ese estilo contradictorio de “diversión y rebelión” a la hora de llegar al público, que excluye lo analítico, siquiera lo didáctico (nada que ver con el Al Gore de Una verdad incómoda). Al cineasta de Michigan le parece suficiente con presentar y alternar durante el metraje unos cuantos casos de clamorosa injusticia —desahucios de trabajadores, ilusos planes estatales de recuperación de entidades privadas en crisis, lucros de empresas y bancos sin cortapisas ni escrúpulos de ningún tipo— para perfilar con trazo grueso una sociedad estadounidense nominalmente democrática pero transformada de facto, merced a la progresiva ligazón de intereses políticos y financieros, en una plutocracia.

Si a estructura tan poco elaborada se le añaden varios entreactos digresivos de poca enjundia, performances algo bochornosas con el propio Moore como protagonista, y golpes humorísticos menos ocurrentes de lo que esperábamos, podría pensarse que Capitalismo: Una Historia de Amor no es merecedora de atención. Sin embargo, tiene otros valores aparte los reseñados inicialmente; casi todos ellos, vinculados a la furia y el idealismo con que Moore arremete contra un orden establecido que, salvo estupidez congénita, quien más quien menos ya ha percibido por su cuenta como una versión apenas sofisticada de la ley de la selva.

Cierto que Moore peca de populista cuando vende a Barack Obama como gran esperanza blanca (perdón, negra) del sistema; cuando culpa de todos los males a los gobernantes republicanos de los últimos decenios y a los ejecutivos de salarios blindados; o cuando exonera al ciudadano de a pie tildándolo sistemáticamente de víctima, cuando en no pocas ocasiones es cómplice de un cierto estado de las cosas, por ignorancia o por avaricia.

Pero resulta tan insólito ver una producción comercial norteamericana, no importa si documental o de ficción, haciendo apología del socialismo colectivista, dando voz autorizada a los verdaderos creyentes —herederos del Cristo que arremetió contra los mercaderes en el templo— y abogando por una revolución ciudadana, que Capitalismo: Una Historia de Amor no admite ser vista con impasibilidad. Genera saludables emociones y cavilaciones, que depende de nosotros el que trasciendan el tiempo pasado viendo la película para repercutir en nuestra gestión futura de lo real… y lo virtual, donde operará aun más a sus anchas ese inaprensible y amoral “capitalismo de ficción” enunciado por Vicente Verdú en el que nos desenvolvemos.

Porque, como escribió Ayn Rand, nada sospechosa de comunismo, “el veredicto que pronuncies sobre tus medios de subsistencia es el veredicto que pronunciarás sobre tu vida. Si los medios son corruptos, has maldecido tu existencia”.

FICHA TÉCNICA DE CAPITALISMO: UNA HISTORIA DE AMOR

Título original: Capitalism: A love story

Fecha de estreno: 08-01-2010

Web oficial: www.capitalismalovestory.com/ |

Año: 2009 Duración: 126 min

Director: Michael Moore

Guión: Michael Moore
Intérpretes: Michael Moore, Thora Birch, otros.

Lo mejor:  

-A Moore no le falta ni un ápice de razón en lo que vomita contra el capitalismo, y tiene el valor de decirlo en un tono que no tiene nada de conciliador.

Lo peor:

-Conjugar "diversión y rebelión" a la hora de prestar voz a sus argumentos no redunda sino en su simpleza y carácter reiterativo.

Puntuación:

6

Para quienes, entre su mercadeo con el banco, las indignidades laborales y el consumo desenfrenado en las rebajas, aún tengan un hueco en el corazón para cierto idealismo antisistema.



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