Fandigital y Comicdigital emplean cookies para determinadas funcionalidades. Si continúa navegando asume la aceptación de las mismas.
La cinta blanca - critica de cine
Buscar en
Estás en CINE >> CRITICA >>

La cinta blanca

El sueño de la pureza produce monstruos

Un artículo de Diego Salgado || 18 / 1 / 2010
La cinta blanca
Etiquetas: La cinta blanca / Drama /

En la apuesta estilística de Haneke hay un distanciamiento casi irónico que puede acabar convirtiendo al espectador en insospechado partícipe de lo que está contemplando.

En 1910, cuatro años antes de que estallase la Primera Guerra Mundial y de los sucesos imaginados por Michael Haneke que conforman La cinta blanca, el pensador alemán Fritz Mauthner (1849-1923) escribía: “Casi nadie parece darse cuenta de que el pecado cometido hora tras hora contra nuestros hijos constituye la esencia de su formación. Pero, en aquellos estados que han hecho de sus instituciones herramientas que asesinan sistemáticamente el alma de los niños, nada quedará impune”.

Mauthner no fue sino una de las muchas voces que ya en su momento denunciaron (y predijeron las consecuencias) de la severidad, la hipocresía y las imposibles metas de pureza y corrección con que, en la época del llamado Imperio alemán (1871-1918), se adoctrinó educativa y emocionalmente a varias generaciones de infantes. Con resultados monstruosos durante el nazismo (1933-1945) como consecuencia de una asimilación desquiciada, desfigurada hasta conformar su reverso irracional y despiadado, de ciertos principios con raíces —como ya había enunciado Nietzsche— humanas, demasiado humanas: una reacción purgativa contra las revoluciones populares de 1848, la necesidad de manipular espiritualmente a una burguesía floreciente que empezaba a enseñorearse del poder político y económico, y la exigencia de un orden social estatuario que no entorpeciese las pretensiones nacionalistas y expansionistas de la dinastía gobernante de los Hohenzollern.

En Bajo las ruedas (1906), Hermann Hesse describía el efecto inmediato de semejante panorama pedagógico: “La cuestión sobre cuál de los dos sufre más y peores cosas del otro, si el formador o el formado, cuál de los dos es más tirano y más verdugo y cuál de ellos envilece en el otro más partes de su alma y su vida, no se puede analizar sin ira”. Y, en Las tribulaciones del estudiante Törless, también fechada en 1906, Robert Musil esbozaba sus devastadores efectos futuros: “No puedo decir sino que veo las cosas de dos formas. La razonable, y una segunda forma misteriosa, oscura, inadvertida, inconsciente, que está detrás del pensamiento racional”. Sigmund Freud teorizaría en 1919 sobre ese pulso entre lo familiar (heimlich) y lo extraño inquietante (unheimlich) en el seno de cualquier comunidad, llegando a la conclusión de que uno y otro aspecto no son sino cara y cruz de la misma moneda: lo familiar, y su reflejo siniestro.

Michael Haneke, digno heredero de una corriente cultural crítica con los estados del bienestar y sus servidumbres cualquiera que sea la época en que se instituyen (“la película trata sobre todo de la historia alemana de principios del siglo XX, pero, además, sobre el problema universal del ideal pervertido”), plantea en La cinta blanca otra alegoría de coherencia admirablemente perversa entre fondo y forma, como ya sucedía en El séptimo continente (1989), Funny games (1997) o Caché (2005). Una coherencia que se debe por igual a su educación “en un ambiente judeocristiano donde la culpabilidad siempre estaba presente” y a su confesión de que “todas mis películas representan la guerra cotidiana entre los seres humanos”. Una coherencia, en fin, que, quizás no sorprendentemente, pone de los nervios por igual a conservadores y relativistas, por aquello de que ambos extremos ideológicos no son otra cosa que grupos de poder con sus propios dogmas alienantes.

Nos hallamos, como ya hemos escrito, en 1913, en una pequeña localidad del norte de Alemania. Extraños sucesos ponen a prueba el orden impuesto entre los lugareños por el médico, el pastor, el maestro y el barón, dueño de la mayor parte de las tierras. Agresiones, actos vandálicos, asesinatos de animales, replican a la insistencia interesada de los poderes fácticos en el decoro férreo que ha de regir la conducta de sus jóvenes sucesores, simbolizado por cintas blancas con las que se “condecoran” los comportamientos intachables. A lo largo de ciento cuarenta y cinco minutos absorbentes asistimos a la paulatina degradación de un sistema que, antes de precipitarse en una explosión de violencia individual y colectiva, ha desvelado de puertas adentro todas sus miserias, la más absoluta incongruencia entre proclamas y actitudes, la incapacidad para perpetuarse equilibradamente por más tiempo.

Decíamos que Haneke es perverso: al haber rodado La cinta blanca en un estilo austero, cartesiano, de blancos y negros tersos, y haber abordado con tanta gravedad los temas comentados, no han faltado las comparaciones con Dreyer —pensemos en Dies Irae (1943)— y Bergman —Noche de circo (1953), El huevo de la serpiente (1977)—. Sin embargo, en la elección estilística de Haneke hay mucho de ironía, que genera en el espectador la ilusión de hallarse ante algo artísticamente heimlich, conocido y respetable, en concordancia con la solemnidad impostada que preside el ambiente retratado.

Como consecuencia, según avanza el metraje, tal afectación formal se muestra incapaz de dar cuenta más que de lo convencionalmente aceptable en ciertas ficciones sacralizadas, lo que deriva en la invisibilidad literal de lo unheimlich, lo extraño, que tan solo tiene presencia en pantalla en función de sus efectos: brevísimos insertos que actúan a modo de desahogo espantado, o secuencias desarrolladas en la penumbra cuyos blancos y negros devienen turbios efectos de manchas y claroscuros, a la manera de aquellos caprichos goyescos que hiciesen exclamar a Baudelaire: “¡El aquelarre de la civilización! ¡Luz y oscuridad, razón y sinrazón se enfrentan en estos horrores grotescos!”. El sueño de la pureza produce monstruos.

Por tanto, Haneke no se limita a exponer sus ideas. Vuelve a convertir el cine, el medio a través del que se expresa, en el campo de batalla donde dirimir su pertinencia. Y debe estarse sonriendo con tristeza por el hecho de que, muchas de las críticas laudatorias y los premios que está recibiendo su última película, estén apoyadas en argumentos que se quedan en la superficie preciosista de las imágenes, y no en la carga de profundidad que ese manierismo trae aparejado. Lo que convierte a muchos de sus presuntos admiradores en cómplices escópicos y culteranos de los statu quo que Haneke pretende denunciar. No es la primera vez que le sucede al cineasta austriaco, pero sería injusto echarle la culpa a él. Sencillamente, hoy como ayer, quien no quiera ver, no verá. De eso es de lo que trata La cinta blanca, al fin y al cabo.

FICHA TÉCNICA DE LA CINTA BLANCA

Título original: Die wiesse band

Fecha de estreno: 15-01-2010

Web no oficial1: www.imdb.com/title/tt1149362/ |

Año: 2009 Duración: 160 min

Director: Michael Haneke

Guión: Michael Haneke
Intérpretes: Christian Friedel, Leonie Benesch, Ulrich Tukur, Ursina Lardi.

Lo mejor:  

-La factura técnica es impecable, y lo es porque responde a un propósito, no por esteticismo.

Lo peor:

-Es más compleja de lo que creerán no ya muchos espectadores, sino también más de un crítico.

Puntuación:

9

Recomendada a interesados en comprender los entresijos de cualquier orden establecido.



Ver pases de La cinta blanca en ciudad...

Buscar LA CINTA BLANCA en

Buscar LA CINTA BLANCA en NEWS

Buscar LA CINTA BLANCA en









© Revista Fandigital.es 2000-2015
Revista iPad / | Contactar