Me pregunto si a Nia Vardalos, artífice de este desaguisado ligero de cascos, le sonó la flauta por casualidad. Su anterior filme, en el que hacía las veces de guionista y actriz principal, se convirtió en el sleeper del año ('Mi gran boda griega') llegando incluso a la alfombra roja de los Oscar con una nominación al mejor guión original bajo el brazo.
Tras el sonoro taquillazo se estrena su segunda incursión en el género de la comedia situándose ésta a años luz de su predecesora -y eso que la boda griega tampoco era como para echar las campañas al vuelo- demostrando con ello cómo se puede avergonzar al espectador más curtido.
El punto de partida de este insalvable musical trae a la memoria títulos tan emblemáticos como Con faldas y a lo loco o Victor o Victoria: dos coristas de segunda huyen de la mafia haciéndose pasar por drag queens; pero finalmente todo queda en simple guiño, dado que el guión de Connie y Carla tenía todos los números para acabar en el cubo de la basura.
La labor de las protagonistas tampoco ayuda a que este disparate sea más digerible. Así, el papel que desempeña Toni Collette dista mucho del nivel al que nos tenía acostumbrados -generalmente perfecta tanto en drama como en roles cómicos- componiendo un ejercicio excesivo y chirriante en ocasiones. La Darvalos por su parte ya tiene suficiente con que no se le caiga la cara de vergüenza al haber escrito escenas tan sonrojantes, y luego está David Duchovny cuyo rostro siempre dibuja una pregunta: "¿Qué demonios estoy haciendo aquí?".
Lo que si hay que reconocerle a Connie y Carla es la excelente muestra de duetos que se marcan las dos actrices, siendo en los momentos musicales donde muestran verdaderamente su talento. La selección de partituras recorre obras maestras tales como “Cabaret”, “Oklahoma” o “Evita”, pero el homenaje más sentido surge a raíz de la aparición de Debbie Rynolds, mito viviente del género musical con mayúsculas.
Aún así, lo más bochornoso queda para el final, donde todo queda resuelto sin ápice de gracia y dejando al espectador con su atónita mirada fija sin comprender cómo ha podido llegar a condensarse tantísima tontería junta.