Cada mes de agosto, el cine español nos brinda una ración de película gamberra que hace las delicias del público adolescente. Hace un par de años fue la hormonal Slam, y el año pasado le tocó el turno a la independiente y mucho más refrescante La fiesta.
Este año la afortunada ha sido una garrapata, o quizá mejor decir varias porque no sólo es el protagonista quien decide vivir a costa de sus padres sin pegar un palo al agua. Principalmente son él (Félix Gómez) y su inseparable amigo (el televisivo Javier Veiga) los que se dedican a sobrevivir como auténticos parásitos sociales.
“El año de la garrapata” se sitúa entre las comedias veraniegas de rápido consumo que pasan a ocupar un lugar destacado en un rincón olvidado de la memoria. Es bien cierto que durante los 95 minutos proyección, el espectador se divierte con el tono disparatado, disfrutando al máximo de las peripecias de estos jóvenes descerebrados que matan el tiempo a base de drogas, sexo y algún que otro trabajillo basura. Su director Jorge Coira se decanta por lo desenfadado, y eso que, aunque jóvenes, sus protagonistas también tenían la opción de utilizar eso que llaman... neuronas.
La historia nos habla de Fran -protagonista de la comedia- que recién terminada la carrera no encuentra un empleo que se ajuste a sus posibilidades. La decisión será fácil. Fran y su irreverente amigo (el chistoso Javier Veiga) idearán un plan donde harán célebre la frase: “vive de tus padres hasta que puedas vivir de tus hijos”.
Es todo un acierto el modo narrativo utilizado por el debutante Coira en su ópera prima. Por un lado se intuyen influencias de las comedias juveniles de los años 80 –el dirigirse directamente a la cámara para hablar con el espectador a lo “Todo en un día” de John Hughes, o el sombrerito que luce Javier Veiga, omnipresente en gran parte de estas cintas tan divertidas como misóginas– y por otro se observa la inmediatez del montaje, sumado a la congelación de la imagen muy acorde con los tiempos que corren.
Una vez más el resultado convence en la medida de sus pretensiones, que son hacer pasar un buen rato, sin entrar en el juicio del comportamiento de los personajes, para olvidarse más tarde de lo visionado. Lo que se tarda en vaciar un cubo de palomitas.