Un furgón se dirige al aeropuerto de Bruselas. Transporta inmigrantes para ser deportados. En él va Sonia (Ingeborga Dapkunaite) quien logra escapar de una revuelta cuando son interceptados por un grupo de activistas. Ucraniana, sin dinero, y buscada por la policía al minuto de su huída, opta por introducirse en la parte trasera de la furgoneta de Miguel (Jacques Gamblin), quien está parado en un atasco. Éste, nacido de padres españoles que emigran a Bélgica, es un hombre al límite de sus fuerzas y con una sensibilidad muy especial. Su mujer se ha ido a EEUU para ser una cantante famosa; tiene una preciosa niña de siete años, Laura (Raphaëlle Moliner), más responsable que él; trabaja para su explotador hermano en una agencia de viajes con un toque típico español; y, como colofón, tiene la ayuda de su madre (Carmen Maura), que opina y manda cuando debe y cuando no también.
Pero Miguel tiene tiempo para ayudar a Sonia.
Sonia, Miguel, Laura y la abuelita protagonizan esta road movie de ciudad. Solidaridad entre inmigrantes. Y la realidad de que muchas veces no se sabe quién está ayudando más a quien.
25 grados en invierno, como su título sugiere, no es un día de lo más normal, pero tampoco es un día imposible en la vida de cualquiera. En la película pueden chocar la cantidad de tópicos que aparecen de la cultura española.
Como Carmen Maura explica, el barrio de Bruselas donde rodaban era espejo de esa realidad. Stéphane Vuillet, director y guionista del filme, comenta que la elección de actores extranjeros para los papeles de los inmigrantes es una apuesta por acentuar el desarraigo de los personajes. Es un gran acierto.
Vuillet destaca también que el personaje que más le interesa es Laura, la niña que ha sido abandonada por su madre. Interpretada magistralmente por Raphaëlle Moliner, sobre su papel afirma “si trato el tema del abandono es porque en mi propia niñez, en un momento de mi propia formación, yo mismo fui abandonado. Y hoy día ése sigue siendo uno de mis temores y por eso forma parte de las historias que quiero contar…”.
Destacar la agilidad de la cinta y sus colores, el director no elige el gris, el negro o el marrón para una historia de desarraigo. 25 grados en invierno obtuvo el premio del público en el pasado Festival de Berlín 2004. Es una producción cercana a la comedia de los años setenta en España, sin abundancia pero con humor.