Mucho antes de que el cine de terror asiático nos asustara con sus fantasmas de larga cabellera negra, antes de que Lynch nos sumergiera en sus pesadillas o El Sexto Sentido nos dejará sin aliento en su desenlace, Herk Harvey se anticipaba unas décadas antes con un filme de aterradora belleza visual: Carnival of Souls (1962), un viaje al fondo de la mente con sorpresa necrófila final.

Indiscutible película de culto y olvidada entre tanta memez fílmica, este carnaval de las almas perdidas sorprende por su desarrollo visual, por su tratamiento del blanco y negro en las escenas más terroríficas y en si misma por el diseño de producción. Y es que a nadie debe extrañarle que esta obra de terror, por su condición de cinta independiente pura y dura, se haya perdido en el limbo durante muchos años. Harvey era realizador de filmes didácticos, y esta es de sus pocas aportaciones al género de ficción, por lo cual pasó algo desapercibido, pese a que muchos maestros del cine onírico se hayan visto influenciados por esta discreta pero efectiva producción con trampa: desde ese David Lynch que nos transporta sin rumbo fijo por parajes somnolientos (léase Carretera Perdida o Inland Empire), hasta el Shyamalan más virginal (cinematográficamente hablando) y que nos sorprendía conceptualmente con El Sexto Sentido; pasando por George A. Romero, que supo como reciclar las actuaciones de los actores que hacen de almas en pena en esta producción de Harvey para sus muertos vivientes. Pero también Jarmusch parece tener algo que decir al respecto por la manera como enfoca las lentes en blanco y negro para sus “road movies”.

Carnival of Souls no se puede considerar una “road movie” como tal, pese a que en buena parte el automóvil es su protagonista y los viajes (tanto físicos como metafísicos) están a la orden del día. Todo empieza por una carrera automovilística entre dos coches, una carrera que enfrenta a ambos sexos en la América Profunda de Kansas, y que termina por la estampida de uno de los vehículos en las profundidades de río con un cabal frondoso. Sólo sobrevive una refinada chica que es organista. La joven decide marcharse hacía otro pueblo, en dónde una parroquia le ofrece la posibilidad de encargarse del órgano de la iglesia. Pero pronto se da cuenta que un ente sobrenatural la está persiguiendo, acechándola en todo momento hasta que tiene una revelación que le conduce a un lugar muy familiar.

Con esta premisa y unas localizaciones en unos espectaculares escenarios naturales, Harvey nos pone en tensión en poco menos de hora y media, reciclando a una desconocida Candance Hilligoss, una actriz que recuerda mucho a la Kim Novak de Vertigo (1958) o a la Tippi Hedren de Marnie, La Ladrona (1964). No por casualidad, estas dos películas estuvieron realizadas por Alfred Hitchcock, del que Harvey parece homenajear a través de esas posturas manieristas que tanto gustaban al realizador británico (cuando algo parece poseer a Hilligoss en la iglesia y empieza a tocar una melodía satánica, los momentos en los que ella misma juega con su vecino o los ataques de sordera y amnesia). Es evidente que hay una clara intención de Harvey por emular estilísticamente y de forma disimulada al maestro del suspense, del mismo modo que suenan ecos lejanos procedentes del cine de Dreyer, sobretodo de su terrorífica Vampyr (1932), y en general del expresionismo alemán (más por los rostros iluminados y exasperados de los fantasmas, así como de sus movimientos, que no por la puesta en escena o el raccord empleado). Igualmente también parece recrearse en Where is Everybody?, el mítico primer episodio de The Twilight Zone estrenado en la TV americana un lejano 2 de Octubre de 1959.

El Carnaval de las Almas es pues un cúmulo de referencias rodada estrictamente dentro de los parámetros del cine independiente. Salvando distancias, es como imaginarse que Russ Meyer hubiera podido rodar películas de terror inteligentes. ¿Qué habría sucedido si Harvey en vez de decantarse por el horror, hubiese preferido rodar una película de acción barata de serie Z? No lo podemos intuir, pues misteriosamente después de rodar este filme prácticamente se volvió a sumergir en el docudrama. Más motivos pues para pensar que Carnival of Souls contiene un aura misteriosa que la envuelve de principio a fin.