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SITGES: 43ª EDICIÓN - especial de cine
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SITGES: 43ª EDICIÓN

SITGES: 43ª EDICIÓN

Del 7 al 17 de octubre, Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña

Un artículo de Diego Salgado || 07 / 10 / 2010
Etiquetas: Sitges / Festivales /

SÁBADO, 16 DE OCTUBRE


No habíamos hecho ningún pronóstico sobre la posible ganadora de esta edición de Sitges que ahora concluye, pues, como parafraseaba humorísticamente hace unos días un colega, “los designios de los jurados son inescrutables”.

En cualquier caso, de que nuestra opinión no coincide en absoluto con la del jurado da cuenta el hecho de que vimos Rare Exports: A Christmas Tale el pasado domingo 10 de octubre, y no la habíamos considerado digna de ser reseñada en nuestro resumen diario de la jornada. Sin embargo, el jurado de la edición nos ha dejado en evidencia otorgando a la realización del finlandés Jalmari Helander nada menos que los premios a la mejor película, el mejor director y la mejor fotografía, por lo que rescatamos nuestra opinión sobre ella antes de hablar de otras cintas y cerrar estas crónicas sobre la 43ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña.

Desde luego, Rare Exports es una película insólita. Se basa en unos cuantos cortometrajes firmados por el propio Helander entre 2003 y 2007, lo que se nota en la concreción de su ópera prima en el largo, poco más que una única idea embarullada innecesariamente hasta unos escasos ochenta minutos que parecen más. Una idea, eso sí, original y perturbadora, pues supone la reinvención de la figura de Papá Noel desde una perspectiva de aventuras y terror en apariencia juvenil pero a la postre de orden casi primigenio: el gordo cabrón esponsorizado por la Coca-Cola pasa a ser una criatura monstruosa ávida por castigar nuestras malas acciones, aunque eso poco le importa a un grupo de garrulos decididos a hacerse con él y sus “ayudantes” con propósitos económicos. Que sí, que el público puede hacer la ola con ella, que te ríes y tal, pero no trasciende en ningún momento su condición de producto cool de la temporada. Y esperamos por su salud mental de Jalmari Helander que su próximo proyecto no tenga que ver también con Santa Claus…

Tampoco Red Hill (Sección Oficial Fantástica a Competición - Panorama), programada en los últimos compases del certamen, cumple con las expectativas, en su caso auspiciadas por Internet y los programadores. Se trata de un neo-western australiano sobre un policía novato que, en su primer día destinado en una pequeña población, se ve implicado en la brutal venganza que lleva a cabo un aborigen contra las fuerzas vivas del lugar. Meticulosa y apasionada, Red Hill busca a toda costa hacerse un hueco en el cine de género, pero a su joven protagonista le falta carisma y a la historia le sobran meandros e idas y venidas. Además, tiene demasiado buen rollo, lo que nos decepciona estando entre sus productores el Greg McLean de la salvaje Wolf Creek.

Hablemos, por último, de Let Me In (Sección Oficial Fantástica - Galas), remake estadounidense en sólo dos años de la cinta sueca Déjame Entrar, ya de culto para muchos aficionados. Desgraciadamente para la recién renacida productora Hammer y el director Matt Reeves (Monstruoso), responsables de esta nueva mirada sobre la extraña relación entre un chaval apocado y una vampira atrapada en el cuerpo de una niña, Let Me In es excelente; en algunos aspectos, superior incluso a la película original de Tomas Alfredson. Y decimos desgraciadamente porque, entre los talibanes que la rechazarán sin verla o haciéndolo con todo tipo de prejuicios debido a su condición de remake, un público que ha rechazado la película por sórdida, y críticos que no se enteran de nada, Let Me In va a pasar por el mundo sin pena ni gloria. Y es una pena porque, repetimos, a su propia manera se trata de una propuesta tan exquisita como Déjame Entrar.

Y hasta aquí nuestras crónicas sobre esta 43ª edición del que es uno de los mejores festivales del mundo consagrados a ese gran género que es el fantástico; una edición ni brillante ni deleznable, escasa en cuanto a títulos memorables pero tampoco abundante en bodrios, como sí ha sucedido en tiempos recientes. Una edición en la que el verdadero gran tema, poco subrayado en nuestra opinión, ha sido el de los retos que afronta nuestra sociedad ante una depresión socioeconómica y de valores muy profunda. ¿Qué estamos dispuestos a hacer para vencerla y vencernos a nosotros mismos? ¿Hemos pensado en que el camino para esa superación puede no tener retorno y estar sumido en las tinieblas? ¿Nos atreveremos a creer en que la ética puede marcar la diferencia, cuando todo lo que nos rodea nos incita seductoramente a lo contrario?

Mi agradecimiento a la organización del festival, que en líneas generales ha cumplido holgadamente con su cometido. A nuevos amigos como Alberto Rodríguez y Javi Ruiz. A Miguel Giner, director de FanDigital, que parece estar día y noche al quite para actualizar y completar estos contenidos. A Tonio Alarcón, ejemplo de admirable profesionalidad en esto de la crítica y excelente persona. A la band of brothers de Miradas de Cine: Sergio Vargas, José David Cáceres, Javi Pulido, Lolo Ortega y Roberto Alcover; aunque me dé miedo cenar con ellos, espero que me sientan comprometido con el proyecto. Y a otra band of brothers, la de CosasDeCine.COM: Rosendo Chas, Óscar Pablos, Álvaro Peña y Víctor de la Torre; la pasión por el cine en estado puro, sin adulterar. A mi hermana Ana, sin cuya generosidad estas crónicas habrían sido inviables. Y, last but not least, mi agradecimiento a Nuria García. Ella sabe el porqué, y con eso basta.

Acabo de guardar la acreditación de prensa correspondiente a esta edición de Sitges, y ya estoy mirando en el calendario qué días de octubre podrían acoger la de 2011. Empieza la cuenta atrás…


VIERNES, 15 DE OCTUBRE


Sitges


Si el lunes 11 de octubre reseñábamos cuatro películas asiáticas haciéndonos eco de la predilección de Sitges por el cine producido en aquellas latitudes, hoy nos vemos obligados a hacer lo mismo, habida cuenta de las muy atractivas propuestas que se nos han vuelto a ofrecer.

La primera y más exótica, también la más intocable, es El tío Boonmee que recuerda sus vidas pasadas (Sección Oficial Fantástica a Competición). Realización del para muchos mejor cineasta del mundo en activo, el tailandés Apichatpong Weerasethakul, El tío Boonmee… ya ganó la Palma de Oro en la última edición del Festival de Cannes, y por aquí ha sido recibida por algunos como el segundo advenimiento de Cristo. Cuenta la historia de un hombre muy enfermo que acude al campo con sus allegados para morir en paz; la aparición de los fantasmas de su mujer fallecida y un hijo perdido años ha, le hacen afrontar su extinción con un nuevo espíritu.

Película llena de imágenes bellísimas y de profundo calado sensitivo, siempre en el estilo natural/naturalista que caracteriza al director de Tropical Malady, El tío Boonmee… también abunda en momentos de humor idiota, tedio contemplativo y pretensiones poco concluyentes. El conjunto destila originalidad y una meritoria confianza en las posibilidades mistéricas de la imagen, pero a la vez transmite cierta sensación de volubilidad y capricho, hasta de simpleza, que nos distanció mucho de ella.

Aunque pasemos por frikis, mucho más hipnótica nos pareció I saw the devil (Sección Oficial Fantástica Especiales Panorama), cumbre en la filmografía del director surcoreano Kim Ji-Woon, firmante previo de cintas tan interesantes como A tale of two sisters (2003), A bittersweet life (2005) y El bueno, el malo, el loco (2008).

En nuestra opinión, I saw the devil puede que sea la mejor película sobre asesinos en serie desde Se7en: el enfrentamiento sin cuartel entre un psicópata y la pareja de una de sus víctimas, agente del servicio secreto surcoreano, no se desarrolla únicamente como un thriller angustioso y feroz, sino como una reflexión sobre las limitaciones de nuestro contrato social para tratar con el mal, y el precio a pagar para quien se atreva a mirar los abismos insondables en que puede pudrirse el alma humana.

Asuntos que también han tratado en esta edición Les 7 jours du talion o 5150 Rue des Ormes, aunque sin la contundencia y el valor de I saw the devil, propuesta inabarcable en una mísera reseña que concluye sin respuestas fáciles ni tranquilizadoras para el espectador. Junto a Super, lo mejor de Sitges 2010.

Tampoco está nada mal Bedevilled (Sección Oficial Fantástica a Competición), madura ópera prima de otro realizador surcoreano, Jang Cheol-soo, hasta la fecha asistente del celebérrimo Kim Ki-duk. Una historia de amistad traicionada, contrastes entre caracteres y entre el campo y la ciudad y desilusiones adultas, que atraviesa numerosos géneros (del drama social al gore) sin resentirse demasiado el saldo global. Similar en algunos aspectos a la producción tailandesa Slice (Sección Midnight X-Treme), Bedevilled sólo tiene un par de problemas: le falta personalidad propia, marcada, más allá de sus envoltorios sucesivos; y peca de banal y moralizante en sus últimos minutos.

Nuestro último comentario de hoy se centra por tercera vez en una producción surcoreana, lo que puede dar una idea al lector sobre la variedad y calidad de aquella cinematografía. Nos referimos a The Housemaid, remake de un título realizado en 1960 por Ki-young Kim, que ha reescrito y dirigido Im Sang-soo. Una combinación de melodrama y reflexión sobre la lucha de clases, a partir de las desventuras de una joven niñera en el hogar de una familia adinerada. Es posible trazar similitudes con otra película de Sang-soo, La esposa del buen abogado (2005), pero en The Housemaid todo es más (demasiado) correcto argumental y formalmente, de modo que las intenciones críticas se diluyen y a la emoción le cuesta aflorar. La factura técnica y las interpretaciones, soberbias.


JUEVES, 14 DE OCTUBRE


Escribo la crónica correspondiente a la jornada de cine vivida en Sitges el jueves 14 de octubre mientras, en la habitación vecina, dos gays se entregan a una apasionada sesión erótica que incluye cachetes, incomprensibles movimientos de muebles y gañidos en holandés. Es un recordatorio de que esta preciosa localidad ha dado tradicionalmente para bastantes más cosas que el cine, y de que a estas alturas del festival uno está deseando volver al hogar para disfrutar también de una revigorizante sesión de sexo sadomasoquista, tras tantos días de inactividad en la butaca.

Pero, por ahora, hemos de seguir cumpliendo con el deber crítico. Y lo curioso es que alguna de las películas vistas nos ha sumido, siquiera en la ficción, en las delicias del placer y el dolor extremos. Nos referimos por ejemplo a Les nuits rouges du bourreau de jade (en la imagen; Sección Oficial Fantástica a Competición), una fantasía erótico-cinéfila dirigida a cuatro manos por dos críticos especializados en cine de género, Laurent Courtiaud y Julien Carbon.

Junto a Inju (Barbet Schroeder, 2008) o las recientes entregas cinematográficas del agente secreto OSS 117 a cargo de Michel Hazanavicius, Les nuits rouges… da cuenta de la reivindicación en los últimos tiempos por parte de la industria gala de la subcultura popular que hizo furor en pasadas décadas. El excelente thriller de Carbon y Courtiard, cuyo argumento en torno a la disputa por un milenario sello de jade es una simple excusa, homenajea el cine trash de Hong Kong, el giallo, las cintas de espionaje de los sesenta… con un regusto fetichista, estético y cruel que presta toda su atención a los tacones, las ataduras de cuero, las torturas inimaginables y un variado muestrario de belleza femenina (encarnada por la estrella porno japonesa Kotone Amaniya o la actriz de culto hongkonesa Carrie Ng). Una película que sólo puede disfrutarse en clave de imagen referencial.

Cold Fish (Sección Oficial Fantástica a Competición - Panorama) es susceptible asimismo de generar emociones fuertes, aunque de tipo moral y visceral. Su director, el japonés Sion Sono, cuenta con ardientes defensores gracias a títulos tan revulsivos como Suicide Club (2002) y la muy recomendable Love Exposure (2007). En Cold Fish, Sono se muestra casi comedido, contando en sólo 144 minutos una historia coherente y lineal acerca de la peculiar relación que establecen dos dueños de acuarios, el primero un perdedor y el segundo un hombre carismático que se revela muy pronto algo bastante menos aceptable.

Puede que sorprenda esta afirmación pero, a pesar de la violencia extrema y sordidez que la segunda mitad de su metraje, Cold Fish es en esencia una drama de personajes al estilo de Woody Allen, aunque con esteroides; una película que nos habla de elecciones vitales, mentiras existenciales, el precio de la frustración y la ilusión de la libertad. Por debajo de sus apariencias, Cold Fish es cine clásico.

Por comparación a las anteriores, Monsters (Sección Oficial Fantástica a Competición) es más convencional, aunque en Estados Unidos se le haya colgado apresuradamente la etiqueta de película de ciencia-ficción de la temporada, recogiendo el testigo de Distrito 9. Ópera prima de un técnico en efectos visuales, Gareth Edwards, Monsters relata cómo en un futuro cercano existe una zona entre Estados Unidos y México sometida a cuarentena debido a la presencia de criaturas alienígenas; dos norteamericanos tratarán de cruzar la región por motivos largos de explicar, y tendrán que lidiar no ya con los monstruos del título, sino con todo un nuevo ecosistema que hace trizas las convenciones territoriales preexistentes.

Monsters ofrece lecturas interesantes sobre varios temas; pero pierde demasiado tiempo antes de entrar en materia, seguramente para soslayar su escaso presupuesto, y juega a lo sugerente sin que se aprecie en el fondo un discurso de relevancia. Es una de esas propuestas que todo el mundo tacha de “interesante” con un matiz claro de decepción.

Por último, reseñemos La bocca del lupo, una delicatessen programada adecuadamente en el apartado “no ficción” de la sección Nuevas Visiones. Primer premio en el Festival internacional de Cine de Turín, se trata de un documental rodado a solicitud de una institución jesuítica por el italiano Pietro Marcello, cuyo epicentro es la localidad de Génova: su historia, su arquitectura, sus gentes. Bella y muy melancólica en sus mejores y más abundantes momentos, algo pretenciosa en los menos, La bocca del lupo es la crónica del amor/odio que han experimentado durante décadas dos habitantes marginados de la ciudad, Enzo y Mary; y, a la vez, una crónica de amor/odio hacia la propia Génova. Cine exigente con el espectador, en la línea del que firman autores tan reputados como Terence Davies y José Luis Guerín.


MIÉRCOLES, 13 DE OCTUBRE


Sitges


Manejando sin duda los ritmos de proyección con astucia, los responsables del Festival de Sitges han programado para esta jornada y la próxima un puñado de películas que oscilan entre lo curioso y la simple mediocridad, con vistas a que nadie llegue saturado a los fuegos artificiales de despedida que supuestamente nos esperan el viernes 15 y el sábado 16 de octubre.

Las mejores de todas ellas puede que hayan sido La Doppia Ora (Sección Oficial Fantástica Especiales Panorama) y Les 7 jours du talion (Sección Oficial Fantástica a Competición - Panorama). La primera es un thriller adulto del italiano Giusseppe Capotondi, que procuró a su perturbadora protagonista femenina, Kseniya Rappoport, la Copa Volpi a la mejor actriz en la última edición del Festival de Venecia.

La misteriosa trama de La Doppia Ora gira en torno a una inmigrante que se gana la vida limpiando en un hotel, hasta que se enamora de un hombre junto al cual es víctima de un acto criminal en el que no todo es lo que parece. Cinta desde luego sugerente y ambigua, que aborda sutilmente asuntos tan atractivos como el destino o el amor verdadero y sus simulacros, La Doppia Ora deja a la postre una sensación agridulce, pues no resulta ni mucho menos tan brillante como parece; por ello, las arbitrariedades que malogran su segunda mitad no dejan de parecer eso mismo, arbitrariedades, y no los fascinantes sucesos que se pretende.

Tampoco apura todas sus posibilidades la realización del canadiense Daniel Grou Les 7 jours du talion, relato grave sobre un padre de familia que venga la violación y asesinato de su hija secuestrando al culpable y torturándole durante una semana. Si fuese asiática, la cinta de Grou habría sido un baño de sangre, pero aquí se opta por la elegancia, incluso la frialdad, con el fin de que el espectador pueda reflexionar a gusto y debatir interiormente unas conclusiones que están lejos de ser políticamente correctas. Los problemas de Les 7 jours du talion residen en cierto estancamiento narrativo, pues a partir de cierto momento lo hechos no hacen otra cosa que dar vueltas sobre sí mismos; y en el dramatismo convencional con que se retratan los sentimientos de algunos personajes. Pero se trata en cualquier caso de una película recomendable.

También lo es en nuestra opinión Miyoko (Sección Nuevas Visiones - Ficción), aunque no opinaron lo mismo ciertos espectadores que compartieron con nosotros su visionado. Escrita y dirigida por el japonés Yoshifumi Tsubota, Miyoko es un biopic del artista de manga Shinichi Abe, centrado sobre todo en su relación con su esposa Miyoko y en sus años de mayor actividad profesional. En el fondo, nos hallamos ante la crónica de alguien que ha pasado su vida tratando de recuperar el esplendor en la hierba amoroso y artístico de su juventud, por supuesto sin conseguirlo. Y, aunque en sus últimos compases Miyoko apunta la idea de que al menos la obra del creador perdura y sigue inspirando a nuevas generaciones, el conjunto respira una melancolía y una derrota considerables, gracias sobre todo al intimismo preciosista de sus encuadres.

La decepción de la jornada, por desgracia, es española. Nos referimos a La posesión de Emma Evans (Sección Oficial Fantástica Especiales Panorama), una película auspiciada por la agonizante productora y distribuidora Filmax, que vuelve a dar cuenta de lo oportunista de su política. Segundo largo de Manuel Carballo tras El último justo (2007), La posesión de Emma Evans versa como su título indica sobre posesiones y exorcismos, con una sorpresa de última hora que intenta justificar un conjunto visto mil veces desde El exorcista (1973) y La Profecía (1976). Algo que no sólo no se logra, sino que está a punto de precipitar la ficción por el abismo del ridículo a base de inconsistencias y absurdos. Que la factura técnica sea correcta, y la realización de Carballo dé el pego en cuanto a modernizar para el público potencial de hoy un tema muy manido, no hace de La posesión de Emma Evans un producto mínimamente necesario.


MARTES, 12 DE OCTUBRE


Sitges


Los festivales acogen tres tipos de películas: las buenas, las malas, y las inolvidables; las que marcan la edición en la memoria cinéfila. Todavía estaba porque Sitges nos ofreciese este año esa película, pero ya lo ha hecho: Super (Sección Oficial Fantástica - Galas) es una obra maestra absoluta, la consagración de James Gunn, forjado en la factoría Troma y conocido hasta la fecha por su guión para Amanecer de los Muertos (Zack Snyder, 2004) y por la gamberra Slither: La Plaga (2006).

¿De qué va Super? En principio, como Special o Defendor, es una mirada “entre las viñetas” al universo de los sueños superheroicos, la odisea de un infeliz que pierde a su mujer y decide vestirse de mallas para remediar lo que considera una injusticia. Ya sólo en ese aspecto, podría decirse que Super es la mejor película jamás realizada sobre el choque entre las fantasías alienantes y la dura realidad, con una mezcla tonal de pop jovial y gravedad moral que deja a Kick-Ass como un simple esbozo del mismo tema.

Pero es que Super va más allá, convirtiéndose en una reflexión sobre el sentido del deber, la autorrealización, la fe en uno mismo y en el devenir del mundo, de insólita incorrección política y altísima carga emocional. El maravilloso reparto, encabezado por Rainn Wilson (The Office), una memorable Ellen Page, Kevin Bacon y Michael Rooker, y una potentísima selección musical, terminan por acotar una película, como decíamos, inolvidable ya desde sus créditos animados iniciales.

Pero Super no fue la única alegría de la jornada. Insidious (Sección Oficial Fantástica a Competición - Panorama) es un nuevo paso adelante en la filmografía de James Wan, director de Saw y Sentencia de Muerte. Esta versión actualizada y muy macabra de Poltergeist (1982) demuestra hasta qué punto Wan es un estudioso del cine que le ha marcado como artista, devuelto al espectador con un dominio admirable del tempo narrativo, la puesta en escena y los elementos escenográficos. Insidious, como The Ward de John Carpenter, no es una película redonda pero sí un ejemplo de cine de género realizado con empeño, sabiduría y respeto hacia el fan.

Más desconcertante resultó Vanishing on 7th Street (Sección Oficial Fantástica - Galas), con la que Brad Anderson reincide en los escalofríos en el filo de la nada que ya caracterizasen Sesión 9 (2001, todavía su mejor película), El maquinista (2004) y Transsiberian (2008). En Vanishing on 7th Street, Anderson cuenta la invasión del mundo por una oscuridad literal y metafórica de la que luchan por escapar varios supervivientes. La película comienza muy bien, Anderson es un director elegante y un narrador eficaz, pero al final no queda claro si nos hallamos ante un ejercicio de suspense o ante una alegoría que no hemos logrado aprehender.

Por último, hablaremos de Everything Will Be Fine (Sección Nuevas Visiones - Ficción), thriller del prestigioso cineasta danés Christoffer Boe. Boe ha logrado cierta fama en el circuito cinéfilo y de festivales gracias a Reconstruction (2003) y Allegro (2005), dramas desgarrados y naturalistas en los que tiene un papel importante el debate entre la creación artística y la realidad. Sucede lo mismo en Everything Will Be Fine, puzzle narrativo en torno a un cineasta sumido egocéntricamente en una crisis creativa que encuentra inspiración en unas peligrosas fotos sobre torturas cometidas por el ejército danés en Irak. Excelentemente montada y con atractivas ideas tanto a nivel argumental como formal, Everything Will Be Fine termina sin embargo por perder gas y resultar un tanto convencional, pese a pretenderse en los últimos compases lo contrario.


LUNES, 11 DE OCTUBRE


Sitges


Si hay una cinematografía mimada en Sitges, es la oriental. La labor del certamen es encomiable, pues ha descubierto para el público habitual a numerosos realizadores de acción real y animación de aquellas latitudes; pero también es verdad que el apoyo se nos antoja a veces excesivo, programándose cualquier cosa que rueden ciertos cineastas.

Es el caso del japonés Takashi Miike, enfant terrible prolífico y desprejuiciado mucho menos interesante cuando intenta ir de ingenioso y epatar a sus acólitos (Zebraman, Izo, Ichi the Killer) que cuando aplica su naturaleza inequívocamente posmoderna a revisar constantes de la ficción y del cine comercial (Audición, Imprint, Visitor Q, Big Bang Love Juvenile A, Yatterman).

Thirteen Assassins (Sección Oficial Fantástica a Competición) se inscribe por fortuna en el segundo grupo, y de hecho es una de sus mejores películas, a partir de una cinta original realizada en los sesenta por Eichi Kudo. Con ecos de Akira Kurosawa y Sam Peckinpah, Miike cuenta una historia crepuscular sobre la decadencia del shogunato en el Japón del siglo XIX, fabulada a través del intento de trece samurais por eliminar a un cruel tirano feudal. Clasicista por un lado y, por otro, muy crítica con ciertas convenciones historicistas y el disfrute de la violencia (el villano de la función es una figura muy incómoda para el espectador), Thirteen Assassins fluye con esa facilidad reservada a los directores curtidos, hasta el punto de que bien podría ser muda, especialmente durante la última hora de metraje, pura acción que corta el aliento.

También podría haber prescindido de los diálogos Takeshi Kitano en Outrage (Sección Oficial Fantástica a Competición - Panorama), cine de mafiosos con el que el célebre director también japonés parece salir del marasmo creativo que compartió con el público en Takeshis’ (2005), Glory to the filmmaker! (2007) y Aquiles y la tortuga (2008). En este caso, el silencio de los personajes hubiera correspondido con justicia a sus estúpidos comportamientos, incapaces de escapar al principio de acción y reacción, al círculo vicioso de la violencia por el poder. Durante 110 minutos, Kitano muestra únicamente continuos actos de sadismo y represalias entre familias de yakuzas, para terminar básicamente donde empezó. Lo extraño es que la desesperanza que transmite Outrage tiene relación con los títulos previos citados de Kitano, lo que nos hace preguntarnos si, en su monotonía y mecanicismo, su última película no seguirá siendo un grito de auxilio por parte de un cineasta demasiado autoconsciente y cansado.

The Shock Labyrinth (Sección Focus 3D) es una propuesta muy diferente, un producto comercial sin pretensiones rodado en tres dimensiones por Takashi Shimizu (responsable de la saga El Grito), que vimos básicamente por aquello de disfrutar en la mejor sala del festival, el Auditori, de una proyección digital y con la tecnología de moda. Lo mejor que puede decirse de The Shock Labyrinth es que Shimizu no abusa del 3D, sino que lo integra en lo contado. Lo malo es precisamente que lo que nos cuenta, el regreso de unos jóvenes a una misteriosa atracción donde de pequeños aconteció algo traumático, es muy poquito, y está alargado hasta la exasperación para rellenar un metraje estándar.

Pero casi peor es lo de Dream Home (Sección Oficial Fantástica a Competición), realización del hongkonés Pang Ho-cheung que trata de aunar pretenciosamente la denuncia social, y más en concreto la situación inmobiliaria en su país, con un festival de gore retorcido a cuenta de una joven que hará lo posible y lo imposible por conseguir la casa de sus sueños. Premiosa y estructurada en saltos temporales para otorgar más peso a lo narrado, Dream Home no deja de ser un producto tramposo del que sólo merecen recordarse los abracadabrantes asesinatos, que despertaron la risa y los aplausos de la platea. No parece gran cosa, a la vista de los temas presuntamente serios que aborda Ho-cheung.


DOMINGO, 10 DE OCTUBRE


El domingo ha sido una jornada en la que han primado las formas sobre los trasfondos. Siempre debería ser así, pero sabemos que en demasiadas ocasiones las películas no satisfacen a nivel audiovisual lo que proponen argumentalmente, y el crítico se ve obligado a inferir los discursos basándose en pistas antes que en pruebas sólidas.

Y más que sólida, sin duda, es la filmografía del director estadounidense John Carpenter, uno de los cultivadores del fantástico más fieles y dotados de la historia del género: Asalto a la comisaría del distrito 13 (1976), La noche de Halloween (1978), 1997… Rescate en Nueva York (1981), La cosa (1982) o En la boca del miedo (1995) hacen perfectamente comprensible que fuera esperada con expectación su última propuesta, The Ward (Sección Oficial Fantástica – Especial Panorama).

Lo que nos cuenta The Ward, cómo una chica problemática ingresada en una institución mental y otras internas son acosadas por un siniestro fantasma, no tiene nada de especial; podríamos citar (si quisiéramos reventar la película al espectador) unos cuantos títulos con los mismos planteamientos y resolución. Sin embargo, sería absurdo pensar que Carpenter no era consciente de ello cuando aceptó filmar el guión de los hermanos Shawn y Michael Rasmussen posiblemente porque, debido a problemas de salud y a su pérdida de influencia en Hollywood, no tendría otra cosa que llevarse a la cámara.

Lo muy interesante de The Ward es cómo Carpenter sabe enaltecer con su inimitable estilo —reconocible por su elegancia y laconismo desde los primeros planos del film— todos y cada uno de los aspectos abordados por los Rasmussen, por pedestres y rutinarios que sean, haciendo gala de ese clasicismo con el que ha debatido en tantos títulos previos y que abraza en The Ward. El resultado, una experiencia premeditadamente anacrónica, o más bien intemporal, que se disfruta mucho más en tanto cine en estado casi puro que como película en concreto.

Ojalá que The Ward no sea la última película de John Carpenter. Pero, si eso sucediera, nos hallaríamos ante un bello efecto de resonancia con Siete mujeres (1966), obra póstuma de uno de los titanes del Hollywood clásico, John Ford. José F. Montero escribía hace unos años en Miradas de Cine sobre Siete mujeres en términos que bien podrían aplicarse a The Ward: “Ford ostenta la familar sobriedad y serenidad de su puesta en escena, la misma sencilla planificación en base a sostenidos planos de formato amplio, la misma valoración de las miradas y gestos cargados de sentido en plano general, sin necesidad de ningún tipo de subrayado […] Todo ello con el protagonismo del mundo femenino, en lo que supone una obvia e importante novedad en un universo como el del director de origen irlandés esencialmente masculino, pese a la indudable trascendencia de la mujer en sus películas”.

También en deuda con el estilo se encuentra Confessions (Sección Oficial Fantástica a Competición), de Tetsuya Nakashima. Crónica de una venganza contada desde el punto de vista de una maestra cuya hijita ha sido asesinada, pero también desde los de los alumnos culpables del hecho y sus familiares, Confessions aborda un asunto de perenne actualidad en Japón, el de la educación y la alienación de los jóvenes y sus efectos colectivos. Pero lo que cuenta ante todo es la apuesta formal de Nakashima, que combina un rigor extremo en la composición del encuadre con modos propios de la publicidad y los vídeos musicales, lo que genera una dialéctica puramente visual que se salda con el agotamiento del espectador. Película perturbadora y con cierta cualidad onírica, vendida por el propio director del festival, Ángel Sala, como una de las mejores de entre las programadas, Confessions tiene en nuestra opinión mucho también de globo inflado.

Y vamos a por otro ejercicio de estilo puro y duro: Secuestrados (Sección Oficial Fantástica a Competición), clara competidora a ganar como ha sucedido en el Festival de Austin el premio a la mejor realización, tan mecánica como efectiva en su relato del secuestro express de una familia por parte de unos delincuentes mayoritariamente albaneses.

Sin embargo, a diferencia de lo que le ha ocurrido a Paco Cabezas con Carne de Neón (Sección Oficial Fantástica - Galas) y su modelo (Guy Ritchie), el director y guionista de Secuestrados, Miguel Ángel Vivas, no ha logrado que las referencias cool que maneja pasen a adquirir una entidad propia. Así, con un ojo en el cine francés de terror extremo que tan de moda está en los últimos años, y otro en clásicos como Brian De Palma, Vivas construye una película que no da cuartelillo al público hasta el último instante, pero carente de segundas lecturas.

Doce planos secuencia se comenta que brinda Secuestrados, y por ahí deben andar también los que componen La casa muda (aunque pretendan ser solo uno), producción uruguaya que ha sido promocionada como el colmo del tour de force formal (rodaje con una cámara de fotos digital, iluminación natural), pero que durante muchos momentos carece del rigor y la verosimilitud deseables a la hora de narrar la odisea de una chica aparentemente atrapada en una vivienda con un misterioso asesino. Contradicciones tan flagrantes como el empleo de una machacona música extradiegética para aportar tensión al hiperrealismo de la puesta en escena, o un larguísimo y anticlimático epílogo tras los títulos de crédito, acaban por delatar la inconsistencia de La casa muda.



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