Ya el prolegómeno resulta absolutamente brutal, y desde ahí nos adentrarmos en un drama de proporciones épicas.
Agustí Villaronga lleva años demostrando su buen hacer detrás de las cámaras aunque su obra pueda considerarse maldita por insistir en tramas que implican el homoerotismo o por reiterar la fabricación de piezas extremadamente radicales. Recuérdese Tras el cristal o El mar, filmes que claman a gritos una revisión y una defensa. Después de haberse alzado con sus anteriores obras, ahora llega Pa negre, precedida por un rotundo éxito en el pasado Festival de San Sebastián, donde Nora Navas, actriz principal de la función, se alzó con una merecidísima Concha de plata a la mejor actriz.
Villaronga ha adaptado la difícil obra homónima de Emili Teixidor, así como otros cuentos del autor, para edificar una película con abruptos cimientos. La servidumbre y la pobreza humanas se fusionan con el despertar al mundo adulto de un muchacho que descubrirá las vilezas del ser humano. El realizador ha apostado por una nueva historia sobre la devastación moral y sus consecuencias, convirtiendo ésta en su posiblemente más rematada crónica sobre la oscuridad de las relaciones humanas.
Ya el prolegómeno resulta absolutamente brutal, y desde ahí nos adentrarmos en un drama de proporciones épicas que llega a lo fantasmagórico. Se trata de cine áspero, incómodo y sin concesiones que se enmarca en el ambiente rural de la posguerra para relatar una trama de bajas pasiones condenada por la época y su contexto. No se trata de una cinta sencilla de contemplar, ni mucho menos de disfrutar; tampoco se nos exhiben infortunios gratuitos sin razón aparente. Es el retrato asombrosamente acertado de un momento de cambio ante el advenimiento del franquismo y su tiranía.
Pa negre se convierte paulatinamente en un melodrama de repercusiones trágicas que entronca con la mejor tradición del cine catalán. Como si de un folletín tradicional se tratara, la obra se revela como metáfora del daño que pueden sufrir las etapas evolutivas de un niño inocente. Si bien el protagonista aparece como una personalidad débil y afable, los acontecimientos acabarán por inculcarle la semilla del odio y la maldad, haciendo de este un filme sociológico de denuncia que, a su vez, representa el enardecimiento del sentimiento nacionalista frente a las directrices falangistas.
Sorprendentemente ejecutada e impecablemente interpretada, Pa negre se revela como un perfecto exponente de la nueva ola de cine producido en Cataluña. No sólo logra la desazón de quien la contempla sino que construye un entramado de relaciones veraces. Villaronga ha logrado que su nueva obra suponga un paso importante en su filmografía.