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HK Noir (3): Triple Tap

Un artículo de Eduard Terrades || 08 / 11 / 2010
triple tap

Seguimos explorando el cine negro de Derek Yee con una cinta estructurada en dos partes muy diferenciadas que se bifurcan lo suficiente como para convertirse en dos thrillers de solvente factura visual.

Triple Tap es un tipo de disparo que practica como deporte un agente de bolsa (Louis Koo), que trabaja en un prestigioso grupo empresarial y que se ve envuelto en un atraco a un furgón armado en plena autovía de Hong Kong. Decide tomarse la ley por la mano y, desafiando un baile de balas, termina con dos de los atracadores, permitiendo la huida de un tercero. Un policía (David Wu), que disfruta más haciendo las labores de detective que no disparando, lo detiene como testimonio y homicida. Un jurado popular lo absuelve, ya que considera que lo hizo en defensa propia y que encima salvó a un policía que se vio envuelto en el tiroteo. Pero… ¿y si el avispado gentleman de clase alta hubiera amañado el crimen? Esta sospecha es la que ronda por la cabeza del joven inspector de policía que, en un acto por enfundarse la gabardina y la pipa de detective privado, decide recorrer a un retirado criminólogo (Alex Fong).

triple tap



Una cinta noir pues que opta por recurrir a la dialéctica detectivesca más que al disparo fácil. En realidad, un remake (más que secuela) de Double Tap (2000), en la que Fong recupera de forma secundaria a su personaje Miu Chi-shun como psicólogo criminal ahora jubilado y con dotes sobrenaturales. Una producción de cine negro con muchas más secuencias diurnas que no nocturnas (alerta, que tampoco faltan), y que parece más un manual de psicología criminal que no un thriller al uso. Y eso el espectador lo agradece, pues el cine de acción de la ex-colonia británica suele recurrir habitualmente a los mismos esquemas narrativos, reciclando secuencias cortadas por el mismo patrón entre producción y producción. Desde hace unos añitos, algunos cineastas afincados en el blockbuster de acción de Hong Kong han optado por variar de fórmula, y si antes las tríadas eran protagonistas absolutas de la función, ahora ciudadanos casuales se ven envueltos en crímenes a los que nunca antes hubieran aspirado protagonizar. Esto es lo que sucede en Triple Tap (2010), ya que alejándose del cine de entretenimiento con pirotecnia visual, se centra en el juego del gato y el ratón que se establece entre un aparentemente ciudadano ejemplar de clase alta y un policía que se encuentra con trabas legales para proseguir con su hipótesis deductiva.

triple tap



El problema es que lo que podría haber sido un filme brillante termina por convertirse en un largometraje correcto. En parte la culpa es de Derek Yee por intentar separar una primera parte (concretamente los primeros 41 minutos hasta el veredicto del jurado) centrada en presentar los hechos que conllevan a cuestionarse sobre la heroicidad de un ciudadano anónimo, y un segundo segmento en que se intenta atrapar al espectador con una trama de género negro, en dónde el suspense debería ser el rigor mortis en la secuenciación escénica y posterior desenlace final. Esa conclusión, que retoma parte de los acontecimientos con los que se abre el film e intenta encajar las piezas que hasta ahora la audiencia sabía pero ambos personajes centrales desconocían, termina por atesorar esas soluciones visuales que anteriormente ya habíamos presenciado en una cinta de Yee. Pero lo hace sin demasiada fuerza ni innovación, lo que termina por decepcionar al espectador que ha resuelto la trama a la primera hora de metraje y contempla como la artillería final no suple a la previa extenuación que ha sufrido al comprobar que la historia no daba más de si. Esto convierte a Triple Tap en dos películas independientes: una en la que el protagonista que “salva” el furgón de ser desvalijado de un único maletín con información confidencial (un McGuffin descafeinado al que no se le saca provecho) termina absuelto y siendo considerado un héroe; y otro en el que la trama detectivesca pierde el rumbo solamente para manchar el honor y ego de un broker honrado (¿de verdad existe alguno?) demasiado experto en el uso de las armas de fuego.

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Una de cal y otra de arena. Por lo menos una de las temáticas centrales y que parecen regir el código de conducta de ambos personajes antagonistas es el papel que juegan las nuevas tecnologías y los medios de comunicación en un contexto de crisis global y que obviamente salpica a Hong Kong, como cualquier otro territorio en el que el capitalismo desaforado ha sido el pilar central en la que se sostiene la economía de un país. Ahora todo se sabe, todo es visible a través de internet, los móviles y de la perspicacia, incidencia y poder que ejercen los mass media entorno a una simple “breaking news” o sobre un caso polémico que termina derivando en ese sensacionalismo de más bajo nivel. En este aspecto hay que valorar positivamente el intento por ofrecer nuevas temáticas acorde con los tiempos que corren, manteniendo en todo momento los códigos internos del cine de género negro, algo que otros compatriotas suyos aún no han sabido como integrar. Solo hubiera faltado perfilar más ese contexto de crisis económica que tiñe de negro los edificios bursátiles de Hong Kong para poder aunar todos los hilos argumentales en una sola trama que hubiera compactado un largometraje imperfecto pero muy entretenido.

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