Dos japoneses chiflados por el gore unen sus fuerzas en un curioso producto trash, cuyo sugerente título parece más una broma publicitaria que no un filme con altas dosis de hemoglobina barata.

Típica High School japonesa: chica vampiro conoce a chico adolescente con novia celosa. Chica celosa desconoce las facetas de su rival chupasangre, pero no la traga. La vampira pretendiente tampoco soporta a la novia de su nuevo esclavo. La celosa se enfrenta a la vampiro y muere, pero su padre, un científico loco que trabaja en el mismo instituto en el que estudia su hija, decide emular a Frankesntein y convertir a su retoña consentida en un monstruo a través de la sangre que casualmente ha conseguido de la estudiante vampiro (¡!). Resultado final: Vampire Girl vs Frankenstein Girl (2009), una divertida ida de olla facturada a dos manos por Yoshihiro Nishimura y Naoyuki Tomomatsu, dos de los reyes del gore nipón contemporáneo.

Y sí, nos hallamos ante un producto aparentemente inclasificable, ya que la comedia más chabacana interactúa con ese gore más extremo, recurriendo en su última media hora al cine de acción puro y duro. Esta mescolanza no termina de encajar a la perfección, evidenciando (como ya era de esperar) unos limitados recursos económicos (que no creativos). Eso se hace patente al comprobar cómo esas escenas de gore más artesanal se concentran principalmente al inicio del filme, optando en posterioridad (por razones de presupuesto y escenario) a trucajes digitales para no desentonar con ese espíritu propio de las producciones de serie Z, en las que la sangre y las vísceras deben sofocar los lastres que se acumulan en el (esquemático) guión. Lástima que esos efectos infográficos no terminen de encajar con la imagen real, ya que en algunos fotogramas puntuales resultan demasiado falsos. El tono de la historia invita a que nos mofemos del propio gore expuesto en la pantalla, y no le juega ningún favor haberse valido del ordenador para perfeccionar algunos excesos de sangre que resultan demasiado sintéticos. Pero tampoco debemos pedirle peras al olmo a un producto que desde su título se ríe de si mismo.

Eso sí, contiene unos veinte minutos finales impresionantes, sobredimensionados por una batalla espectacular muy bien filmada en la mítica Tokyo Tower rojiza, destacando por encima de todo un ritmo incesante en el combate que no decae para nada, unos más que logrados efectos por ordenador que dan sensación de estar volando entre las estructuras de hierro de la torre y un montaje que da a entender que ambos cineastas podrían encarar una producción seria de gran presupuesto sin demasiados problemas logísticos. Puede que esta secuenciación final esté rodada prácticamente por la maestra de Nishimura, quien nos ha venido demostrando que es un personaje peculiar que en todo momento sabe siempre como situar la cámara para impresionar al espectador (Tokyo Gore Police o Hell’s Driver lo avalan). Por otro lado, y sin que sirva para desvirtuar el trabajo de Tomomatsu, de este cineasta que cuenta con alguna película de culto entre esos aficionados más radicales (Stacy), casi podemos afirmar que se encarga de la parte más cómica del filme (aunque viendo la pataleta de Mr.Nishimura en el Festival de Sitges, al final ya no sabemos quien es el más loco de los dos y aporta sus burradas en el filme).

En definitiva, que si queréis tomaros unas copas con vuestros colegas e indigestaros con una “marcianada” japonesa, de la que auguramos su predisposición a convertirse en cult movie en pocos años (si es que a estas alturas no se ha convertido ya), esta es vuestra peli para planificar una maratón de cine trash de un sábado por la noche cualquiera. A lo mejor os parece una perdida de tiempo (no demasiado, solo 84 minutos), pero seguramente os entraran ganas de visionar más locuras visuales de estos dos enfermizos cineastas obsesionados en hacer fluir la sangre...