Sergi López, actor de renombre internacional, nos tiene acostumbrados a películas de calidad, tanto de sello nacional como realizadas fuera de nuestras fronteras. Films como Harry, un amigo que os quiere, o A cielo abierto, demuestran el amplio registro y el buen hacer del actor catalán. Caminos Cruzados es una muestra más de este buen hacer.
Teniendo para escoger entre varios proyectos, López se embarcó en esta cinta, ¿por qué? La cinta no cuenta una historia de amor, ni de grandes retos; no hay en ella emociones fuertes, ni aventuras. Es una trama sencilla, que narra la relación entre un padre (representante de cantantes de vodevil, vendedor de muebles robados, pluriempleado fracasado) y su hijo adolescente. A medida que el metraje avanza, vemos como los lazos entre ambos se estrechan y como el hijo, en un principio taciturno y arisco, va acercándose cada vez más su padre. El argumento se reduce a eso, el guión no es gran cosa, pero el director Manuel Poirier imprime tal humanidad y realismo a cada secuencia que consigue que nos emocionemos y vivamos esta historia como propia. A ello ayuda también precisamente Sergi López, que interpreta su personaje con una naturalidad pasmosa, y el actor francés Kevin Miranda en su primera incursión en el mundo del cine.
El viaje que ambos personajes emprenden a lo largo de varios pueblos de la costa francesa, así como el viaje interior que realizan, no es abordado desde un punto de vista cinematográfico, sino meramente realista. No hay bonitos planos, ni voz en off, ni música que aderece las escenas más emotivas. Esto tiene como principal virtud conseguir que el espectador se identifique, que vea lo contado como real, pero por otro lado hace la proyección menos efectista. Este último defecto, unido a la falta de ritmo, se traduce en la pérdida de atención del espectador en la última parte del metraje, dejando una sensación de vacío a la hora de abandonar la sala del cine.