Una de las mejores historias de suspense de la cinematografía europea; una de las más logradas cintas de intriga que haya parido Dinamarca; una sorpresa que deambuló por festivales y se convirtió rápidamente en filme de culto: El Vigilante Nocturno (1994), producción invisible a ojos del público mainstream que, de vez en cuando, merece ser revisada.
Martin (Nikolaj Coster–Waldau, alias el Ewan McGregor danés) es un estudiante de derecho que para pagarse la carrera empieza a trabajar en una morgue como vigilante nocturno. Constantemente compite con su amigo Jens, un bala perdida obsesionado por una prostituta asustada que se siente acechada por un supuesto asesino en serie que ronda por la zona. Su amiga ya ha sido asesinada por el psychokiller, encontrándose el cadáver en el depósito en donde trabaja Martin. Un inspector de policía con un pasado turbio investigará las misteriosas muertes y la posible conexión con la morgue, incriminando a Martin como sospechoso.
Impresionante cinta de intriga que en un primer visionado ponía los pelos de punta en algunas secuencias inquietantes que se sucedían en el sótano de la morgue. Todo un descubrimiento que dio a conocer al por aquel entonces joven Ole Bornedal: cineasta danés que imprimió al thriller de su país de una fuerte personalidad. Personalidad que ciertas producciones nórdicas que se facturarían quince años más tarde han imitado con respecto a la estructura formal y en su concepción narrativa. Además, El Vigilante Nocturno supuso el estreno de Bornedal como realizador. Y este, en vez de optar por el gatillo fácil prefirió construir un sólido guión con personajes bien definidos que, por su magnanimidad interpretativa, llegan a empatizar con el espectador. Esto no resultaría convincente sino fuera por la excelente labor de todos los actores, que poco podían imaginar en aquel entonces que en cuanto a cine de suspense se encontraban inmersos ante uno de los proyectos más interesantes y originales de la última década del siglo XX.
Si que es cierto que el último tercio del filme aguarda algunos paralelismos narrativos, escénicos y provocativos con el giallo italiano; un recurso genérico que funciona por lo novedosa que resulta ser su trama y la humildad con la cuál se afrenta. Pero solamente se nutre de esas convenciones más tipificadas en el género madre de la Italia pulp para realzar algunas imágenes de pesadilla.
Avanzándose al excéntrico Michael Haneke (que se encargó de las dos versiones de Funny Games) o a Hideo Nakata (el realizador que firmó la versión original japonesa de la novela Ringu, así como su segunda secuela americana), Bornedal decidió tomar él mismo las riendas para el aplaudido remake americano que, casualmente, protagonizó Ewan McGregor. La Sombra de la Noche (1998) intentaba ser un calco de su predecesora pero adaptando su narración a los estándares del cine made in Hollywood. De este amoldamiento, necesario para que los productores dieran el visto bueno, se encargó Steven Soderbergh que, junto con el propio Bornedal, acomodaron el guión original al tempo habitual del cine norteamericano.
Aunque la presencia de Nick Nolte, Josh Brolin, Patricia Arquette o el propio Ewan McGregor pueda seducir más que los actores de la cinta original, seguimos prefiriendo la opera prima precisamente por encontrar en las interpretaciones de los actores daneses una frescura que da fuerza y vigor a la trama. Una historia cargada de sutilezas que muy probablemente hoy en día ya haya sido superada en todos los aspectos, pero que vista en perspectiva marcó la lógica interna de muchos productos que se han ido reciclando los unos de los otros y que principalmente tienen cabida dentro de los parámetros de la TV movie europea de sobremesa.
El Vigilante Nocturno supuso pues un antes y un después dentro de lo que se entiende como thriller psicológico en su más amplia vertiente descriptiva, pues toca desde el drama hasta el terror, pasando por unos goterones de gore que remarcan el trabajo del equipo de efectos especiales. Por si fuera poco, y a diferencia de todas sus bastardas imitaciones, dio personalidad a un cine de suspense europeo amparado por viejas fórmulas que no terminaban de cuajar. Un cine (¿de autor?) que coquetea con varios géneros, pero que puede ser apreciado (dadas sus coordenadas geográficas) por cualquier persona con unas mínimas inquietudes cinéfilas.