Siempre es un reto convertir un biopic en una cinta interesante para ese espectador que no se siente plenamente identificado con la vida retratada en la pantalla. En este sentido, la biografía de Cole Porter suscita enorme interés para los amantes de su música, brillantes melodías que marcaron la época dorada de Hollywood.
Ya asistimos a un intento de acercamiento a su figura de la mano de Michael Curtiz con Noche y día(1946), en la que Cary Grant interpretaba a Porter, de hecho en la película, Porter y su mujer asisten incrédulos a la proyección del film de Curtiz en una escena muy graciosa.
Con De-lovely, el director Irwin Winkler retoma la vida del gran compositor, pero esta vez sin tener que lidiar con la férrea censura que dominaba las producciones de la época. Construida a modo de musical (de qué otra manera podía haber sido), la cinta se desmarca de su predecesora acercándose a la realidad que rodeó al mítico compositor. Si es cierto que él (el siempre correcto Kevin Kline) y su mujer Linda (una maravillosa Ashley Judd) vivieron juntos y felices, pero el señor Porter sentía una especial predilección por las personas de su mismo sexo.
Tras esta premisa asistimos a un espléndido empacho de muchas de sus inolvidables canciones que se intercalan en el relato de unas vivencias poco afortunadas y en algún caso, carentes de interés. Sin duda resulta original el modo en que se propone contarnos su biografía –un envejecido Porter asiste a la representación de su vida acompañado del gran Jonathan Pryce como maestro de ceremonias- sin embargo De-lovely se resiente de una estructura narrativa ciertamente plana. La salvación de esta costosa producción la encontramos en las canciones que prácticamente se solapan unas con otras, dejando en segundo término la historia de amor de Porter y su esposa. La participación de varios músicos conocidos por el gran público (Robbie Williams, Alanis Morrisette, Diana Krall son algunos ejemplos) distraen la atención del respetable y en nada ayuda a que el relato se torne creíble. No obstante celebramos escenas tan portentosas como la vuelta al mejor cine musical gracias a la canción Be a clown, o a la belleza que desprende So in love, especialmente dedicada a su mujer.
De igual modo, De-lovely es un film irregular en el que la falta de estructura dramática lastra en demasía el conjunto del film Únicamente disfrutarán los incondicionales de la música de Porter.