Una historia que no sabe tomar cuerpo y alma más allá de su punto de arranque.
Clint Eastwood es Dios, o al menos eso es lo que ha venido demostrando en materia cinematográfica, a tenor de los filmes que ha rodado desde que realizara aquella inmaculada Sin perdón (1992). Se ha ganado el respeto absoluto de crítica, público, compañeros de profesión, amén de haber sido premiado innumerables veces por obras como Mystic River, Million Dollar Baby o Los puentes de Madison. Para más saña, ha conreado el melodrama en todas sus variantes posibles: tenemos el de índole social, el de cariz romántico, el de tintes políticos, y ahora estrena nueva modalidad, el melodrama sobrenatural. Más allá de la vida es su nueva producción, traducción española poco afortunada que hace que pase antes por telefilme de sobremesa que por una película digna. El caso es que, esta vez, bastante de eso hay en esta cinta.
Tal vez sea porque ya sienta su tránsito a mejor vida cerca o tal vez sea porque el paso de los años hacen ya que se sienta menos inspirado, Eastwood se ha embarcado en la realización de este guión que describe las experiencias con la muerte de tres personajes: una periodista francesa que ha sobrevivido a una catástrofe natural, un niño que pierde a su hermano mellizo y un parapsicólogo que ha dejado de hablar con el más allá porque le merma su propia vida. Tres caracteres en exceso bienpensantes y bondadosos a quienes la vida parece maltratar.
La cámara de Eastwood se mantiene, como siempre, atenta al escrutinio de los protagonistas y de sus situaciones. Con ese estilo pausado que ya viene siendo marca de la casa, narra las vidas paralelas de los tres vértices del triángulo espiritual que el filme propone para sustentar una perspectiva introspectiva sobre las experiencias sensoriales con el más allá. Es como si se tratara de una película de episodios, y un final mancomunado a tres bandas, que pone de manifiesto todos los defectos y virtudes que una cinta estructurada en capítulos suele conllevar.
Tras una impactante secuencia inicial espléndidamente rodada donde no se atisba ni un solo efecto especial y un punto de partida más que interesante, Más allá de la vida se revela en el resto de su metraje como lo que es en realidad, una historia que no sabe tomar cuerpo y alma más allá de su punto de arranque.
Sorprendentemente hinchada de lugares demasiado comunes, secuencias vacías y personajes que aparecen para ejercer de relleno, no es más que un ejercicio sobreelongado y reiterativo que no encuentra vuelo para sus peripecias supuestamente trascendentales.
El principal problema reside en su propio entramado de argumentos pues no avanza, o no sabe hacerlo, una vez se han presentado sus protagonistas. Ausente de todo poder envolvente y de fuerza dramática, sólo queda dejarse llevar por una cadencia ralentizada que conduce inevitablemente a un happy ending casi cómico, aunque, eso sí, sin pretensiones grandilocuentes. Quizás su director haya elegido terreno demasiado desconocido o quizás se haya dejado llevar por sus instintos otoñales pero puede considerarse esta propuesta como la más fallida que Eastwood Todopoderoso nos ha brindado estos últimos años.