Tal vez sea la producción surcoreana más consistente del 2010; tal vez el tiempo la pondrá en su lugar y será más apreciada que la sobrevalorada I Saw the Devil; tal vez The Man From Nowhere contenga algunos de los momentos más escalofriantes vistos en un thriller asiático y se convierta por ello en uno de los referentes a clonar para posteriores producciones de este calibre.

Hace medio año afirmábamos con plena convicción que The Chaser marcaba un antes y un después dentro de la industria cinematografía surcoreana. Aún no habían pasado por nuestras retinas I Saw the Devil y The Man from Nowhere, sendas obras con un discurso radical, una narrativa acelerada por un montaje en tempo medio y unas interpretaciones para quitarse el sombrero. Y si de entre estas dos nos dan a escoger, muy probablemente nos quedaríamos con el filme de Kim Ji-woon por su impecable factura técnica, su perfección logística y narrativa, y al ofrecer momentos de extrema brutalidad que invitan a la posterior reflexión (en la línea de The Chaser). Pero si además queremos entretenernos y pretendemos recuperar ese tono de thriller de acción que tan bien ha funcionado en algunas cinematografías asiáticas en los últimos veinte años (sin ir más lejos la hongkonesa y la propia surcoreana), casi es preferible degustar The Man from Nowhere de Lee Jeong-beom (Cruel Winter Blues), un filme impactante desde el punto de vista temático (con traficantes de órganos y explotación laboral infantil) que evoluciona hacía un drama grotesco, y que ofrece brillantes actuaciones de sus protagonistas (sobre todo de Bin Won, un actor caído en gracia después de participar en Mother, un melodrama trágico de Bong Joon-jo, el realizador de The Host).

Todo empieza con una redada en una discoteca de moda; una prostituta toma un alijo de droga y lo esconde en el destartalado bloque de pisos, concretamente en la casa de empeños que un ex-agente de la brigada especial secreta ha montado en los bajos del edificio. Pronto los mafiosos darán con la chica, secuestrando a su hija (que a su vez había mantenido lazos paternales con el ex-policía). Lo que no saben los traficantes es que serán acosados por el hombre solitario hasta que éste dé con el paradero de la niña, poniendo al descubierto una trama de blanqueo de droga, tráfico de órganos y corrupción judicial. Por el camino irán cayendo algunos matones, que sufrirán en sus propias carnes la violencia descarnada de un hombre que no le teme a la muerte ya que una vez estuvo expuesta en ella en misión especial, una misión en la que perdió a su mujer embarazada.

Sobran elogios para describir un longevo largometraje que transcurre sin que prácticamente nos inmutemos, y que por momentos supera en crueldad a The Chaser, pero que a diferencia de ésta última termina con un happy end para nada previsible (aunque los listillos de siempre insistirán en que todo concluye de forma predecible). Puede que en ciertas ocasiones la trama se complique en demasía, pasando factura a la correcta cohesión narrativa (sobretodo en su introducción, algo confusa), pero se le perdona al tratarse de un filme que debe contemplarse como un gran entretenimiento; pura evasión filmada con extrema precisión, con una fotografía frígida y una banda sonora que sirve para construir el carácter del solitario protagonista principal y acentuar el dramatismo en esas escenas que se escapan a la comprensión de lo racional (obra del compositor Shim Hyun-jung, el mismo que firmó la partitura de Old Boy). Además de haber circulado por distintos festivales (siempre atentos a las nuevas tendencias asiáticas), por suerte podrá verse en Inglaterra, Estados Unidos y Francia, dando una nueva oportunidad al thriller surcoreano, que en los últimos años había bajado un poco el listón artístico. The Man from Nowhere remonta el vuelo, y lo hace para dejarnos petrificados en la butaca. Una recomendación pues para los amantes de los thrillers artificiosos, pero que al mismo tiempo esperen encontrar una historia lo suficientemente atractiva como para permanecer atentos hasta el clímax final. Y este, en el caso que nos ocupa, no puede ser de lo más angustiante, emocionalmente impactante y con un regusto cool que satisfará (o eso creemos) al más exigente.