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El castor - critica de cine
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El castor

Volar todo el maldito edificio

Un artículo de Diego Salgado || 27 / 5 / 2011
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Etiquetas: castor / Drama /

La ya de por sí extravagante historia que cuenta "El castor", alcanza cotas de incomodidad emocional nada frecuentes merced al protagonismo desatado de Mel Gibson.

Las dos anteriores películas como directora de la actriz Jodie Foster, El pequeño Tate (1991) y A casa por vacaciones (1995), estuvieron lejos de abordar con mimbres obsequiosos para con las expectativas del público y las convenciones un cine tan caro al Hollywood más respetable como el que representa la tragicomedia familiar. El castor se atreve a dar pasos atrevidos al borde mismo del despeñadero genérico.

Claro que protagoniza la cinta Mel Gibson —amigo íntimo de Foster, junto a quien encabezó en 1994 el reparto del western cómico Maverick—. Y Mel Gibson es una de las figuras creativas más inquietantes (atractivas) que transitan el cine comercial norteamericano de hoy, ya sea como actor o como realizador. Por tanto, la ya de por sí extravagante historia de El castor, escrita por el desconocido Kyle Killen y centrada en un hombre profundamente deprimido, Walter Black (Gibson), que empieza a ganarse de nuevo a su familia y al resto del mundo expresándose a través de un peluche, alcanza cotas de incomodidad nada frecuentes.

Solo cabe sonreírse ante la idea de que El castor hubiese sido interpretada por Tom Hanks a las órdenes de Ron Howard, o por Sarah Polley bajo la tutela de Isabel Coixet. La falsedad de las correspondientes estrategias emocionales o estéticas habría hecho de la propuesta una feel good movie solo apta para espectadores adocenados.

Y, sin dejar de ocurrir a la postre algo parecido en El castor; siendo anodina además la puesta en escena de Foster, muy tópicos tramos enteros del metraje (como los que atañen a los problemas del hijo de Walter) y casi ridículas algunas soluciones argumentales, la presencia de Gibson impone un sesgo tan desgarrado a la narración, que ésta acaba poniendo meritoriamente en la picota la necesidad de instituciones tan sacrosantas como la familia y, más aun, también ciertas constantes psicológicas y dramáticas con que el cine popular sigue cimentando los relatos sobre la misma.

A propósito de su cuarta realización, Apocalypto, apuntábamos que la filmografía de Gibson a un lado y otro de la cámara está marcada por su lúcida percepción de la violencia subyacente al sempiterno enfrentamiento entre una colectividad que institucionaliza premios y castigos, censura a través del lenguaje y demoniza lo individual en nombre de la integración, y el hombre con ética y demonios propios, quien sólo podrá lidiar con una condición moldeada por los otros a través de una lucha testimonial satisfecha con el martirio y la expiación.

En los últimos tiempos, diversos problemas familiares y de orden público han evidenciado cuán íntimo y crucial es ese tema para Gibson, lo que está trasladando a la pantalla con tanta intensidad que hace complicado diferenciar entre la persona a punto de explotar y sus personajes: escribíamos cuando se estrenó la reciente Al límite, con la que volvía al cine tras un paréntesis de varios años, que Gibson pululaba por la ficción sin imbricarse en ella, preocupado únicamente por dejar caer, disfrazado de sí mismo, declaraciones extemporáneas de principios.

Y en El castor sucede de nuevo, aunque la descrita confluencia entre ficción y realidad se salda con más éxito para él y la película. Los consejos del peluche que animan a Walter (hasta entonces otro eslabón en una larga cadena de padres impotentes e hijos desdichados) a valorar la vida en sí misma, sin ataduras, no pasan por el pensamiento débil y buenista que nos asfixia. Están más influenciados, a decir verdad, por Nietzsche y El club de la lucha.

Ni en El invisible Harvey ni en Náufrago, otros ejemplos de fábulas con hombres frustrados enfrascados en debates con alter egos absurdos, habíamos escuchado aforismos como "la respuesta a tus problemas no pasa por las pastillas o el psicólogo, sino por volar todo el maldito edificio", que fuerzan a Walter a arrostrar un vía crucis sadomasoquista que bordea incluso el cine de terror, género que está permeando por cierto los restantes de modo cada vez más insoslayable y significativo.

Para comprender a Walter Black y a Mel Gibson, para apreciar en su justa medida el desasosiego que transmiten las imágenes de El castor por debajo de sus innumerables sumisiones a un sistema productivo y de recepción muy acotado, conviene recordar las palabras dedicadas al actor y director por uno de los pocos críticos españoles que han sabido hacerle justicia, Roberto Alcover Oti:

"Los personajes torturados de Gibson, siempre al borde del desbarajuste mental y a todas luces lindantes con el complejo jardín de la psicopatología, son el reflejo de una personalidad que ha encontrado durante muchos años en la ficción el espacio para volcar su propia violencia soterrada. No es casual que, en sus obras como realizador, también sus personajes lidien constantemente con el conflicto ante una figura paterna que les conduce a la ruptura con lo establecido y a vivenciar un sentimiento de no pertenencia al entorno que los acoge".

El castor cumple punto por punto lo explicado por Alcover.

FICHA TÉCNICA DE EL CASTOR

Título original: The beaver.

Fecha de estreno: 27-05-2011

Web oficial: www.elcastorlapelicula.com/ |

Año: 2011 Duración: 90 min

Director: Jodie Foster.

Guión: Kyle Killen.
Intérpretes: Jodie Foster, Mel Gibson, Anton Yelchin, Jennifer Lawrence.

Lo mejor:  

-Mel Gibson como persona, como actor y como personaje.

Lo peor:

-Los esfuerzos del resto de la película por seguir pareciendo normal, pese a su protagonista.

Puntuación:

5

Para quien esté de acuerdo con la idea de que, a partir de cierto momento, ya no basta con redecorar la vida. Hay que aplicarle un lanzallamas.



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